domingo, 25 de marzo de 2018

TOMB RAIDER

Aunque ciertamente no exista una formula matemática para realizar una película de éxito (y de existir, parece como si Marvel la tuviese en secreto, como si de la fórmula de la Coca-Cola se tratase), sí hay una serie de reglas que fuerzan a que una película comercial funcione correctamente.
De esa manera, films como Tomb Raider con casi productos de laboratorio, conteniendo todo aquello necesario para hacer un producto correcto al que se le puedan poner pocas pegas, como si de un Frankenstein se tratase, pero al que,al igual que a la criatura de Mary Shelley, le falta un alma capaz de dotarla de auténtica vida.
No es esta Tomb Raider secuela directa de las dos películas anteriores sobre el personaje de Lara Croft ni tiene Angelina Jolie participación alguna en el film. Es más, la obra no bebe de los videojuegos clásicos (ni de su posterior adaptación al cómic), sino que adapta directamente el propio reboot que el juego hizo en 2013, presentando a una Lara Croft menos voluptuosa, apostando por una aventura más física y con tintes del feminismo tan presente en el cine de hoy en día.
Tomb Raider contiene todo aquello necesario para triunfar: una historia correcta, espectaculares escenas de acción, una heroína carismática y a la vez creíble, buenos efectos especiales, buenos y comprometidos actores y el toque justo de humor. Sin embargo, la suma de todos estos elementos se realiza de una forma demasiado plana, tan fríamente calculada que el guion bien podría haber sido escrito siguiendo las pautas de un manual sin poner pasión alguna en su conjunto. Como adaptación de videojuego es impecable, pudiendo reconocer el seguidor habitual los diversos momentos de plataformas, los puzles y las estrategias, y Lara luce su camiseta habitual de tirantes y utiliza las herramientas impuestas por el canon, ya sea un arco, un piolet o ese guiño final a sus dos icónicas pistolas. Y también el argumento es un reflejo del mencionado juego del 2013, por más que las diferencias con el mismo puedan haber molestado a más de un fan.
Sin embargo, pese a toda esta corrección, el gran debe de Tomb Raider es que todo parece muy visto ya, como si las influencias de las que bebe (homenajes, dirían algunos), fuesen tan fieles que terminan por parecer copias. Así, si la Lara Croft de la Jolie tenía cierto aire Jamesbondiano, la encarnación de Alicia Vikander es puro Indiana Jones. Cosa que de por sí no me parece nada si no hubiese momentos tan exageradamente literales. La inspiración de En busca del Arca Perdida y La última cruzada, en concreto, son claras, pero también hay ahí reflejos evidentes de otras películas aventureras de resolución de enigmas como La búsqueda, hay alguna escena deudora de otra película de videojuegos con fémina al poder como es Resident Evil e incluso se adivina la influencia de un título tan injustamente denostado como es la reciente La Momia, con el flamante ganador del razzie al peor actor, Tom Cruise (sic). Y, paradójicamente, en lo que sí se distancia de esos títulos, el aspecto más fantasioso del film, es donde más falla, ya que las pretensiones de dar un tono realista supone una ligera decepción de cara al acto final, donde las expectativas eran mucho más altas con respecto a los resultados obtenidos.
Eso sí, Vikander es una Lara Croft perfecta, suficientemente guapa y atlética para dar la talla pero sin parecer una caricatura voluptuosa y machistamente artificial (aunque cabe resaltar que el origen de las curvas de la Croft no tiene un componente machista, sino un error informático que a la postre se convirtió en una involuntaria seña de identidad) y el director Roar Uthaug filma con eficacia y buen ritmo, lo que hace que estemos ante una buena propuesta como puro entretenimiento de fácil olvido que supera las versiones anteriores pero no pasará a la historia del cine, ni siquiera a la del cine de aventuras.
Una interesante película, sí, pero que sabe a poco por esa carencia de alma y originalidad. La fórmula funciona, pero no emociona.

Valoración: Seis sobre diez.

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