martes, 27 de febrero de 2018

YO, TONYA

Tonya Harding fue una brillante patinadora que pudo haber tenido una carrera triunfal tras participar en dos Juegos olímpicos y ser la primera mujer estadounidense en lograr realizar un salto triple axel con una combinación de loop doble en competición (sea lo que sea eso). Sin embargo, su verdadera popularidad le llegó a raíz de la agresión que sufrió su principal rival en la pista, la patinadora Nancy Kerrigan, por la que fue declarada culpable y retirada del mundo del deporte.
Yo, Tonya cuenta la historia de esta patinadora de la mano del director Craig Gillespie, autor de la extraña Lars y una chica de verdad, que con este film logra resarcirse del fracaso de La hora decisiva. Gillespie, sin embargo, no ofrece una película deportiva, por lo que nada deben temer los que no se sientan entusiasmados por este deporte. Su film se centra más en la personalidad de Tonya y de los que la rodeaban, desde la posesiva y asfixiante madre hasta el marido maltratador. Además, Gillespie rehúye del drama deportivo para crear una comedia negra muy en la línea de El lobo de Wall Street (precisamente la película que encumbró a la intérprete de Tonya, Margot Robbie), copiándole además a Scorsese alguno de sus trucos, como el hacer que sus protagonistas rompan la cuarta pared hablando directamente a cámara o mezclando la película con escenas de falso documental. De esta forma consigue, además que su visión de los hechos sucedidos (en especial la fatídica agresión que convirtió la vida de Tonya en un circo mediático) no tenga necesariamente que corresponderse con la realidad de lo sucedido, sino que está siempre narrado bajo el punto de vista de los propios protagonistas.
No estoy seguro de que Yo, Tonya sea una de las mejores películas del año, como la han calificado en algún medio, pero sí sobresale a la media y podría haber merecido aspirar al Oscar por encima de algunas de las nominadas. Quienes sí han sido recompensadas con la nominación son sus dos protagonistas femeninas, Robbie y su madre fílmica, Allison Janey, siendo esta última una clara favorita. Ambas consiguen que la película sea divertida y dura a la vez, tierna y repulsiva, alegre y triste. Una mezcla de sentimientos que conforman una montaña rusa emocional como la que, posiblemente, llegó a ser la propia vida de Tonya Harding.

Valoración: Ocho sobre diez.

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