lunes, 25 de septiembre de 2017

KINGSMAN: EL CÍRCULO DORADO, divertida pero desinflada.

Después de que en 2014 Kingsman: Servicio Secreto se alzara por sorpresa como una de las películas más exitosas del año, era indudable que su continuación no tardaría en llegar. 
A diferencia de lo que sucediera con los otros grandes éxitos de Matthew Vaughn, como X-men: Primera generación o Kick-Ass, esta vez el realizador británico sí ha continuado al frente de la secuela y, si todo va según lo previsto, aquí seguirá para la tercera parte. Eso permite que Kingsman: El Círculo Dorado tenga una línea continuista y de coherencia que se agradece, aunque también se siente algo anquilosado por su incapacidad de sorprender como lo hiciera hace tres años.
De hecho, es tal la ausencia de sorpresa en este nuevo episodio de los agentes Kingsman que ni siquiera el regreso de Harry, fallecido en el anterior film, se puede considerar como tal, puesto que lo anunciaban en los propios posters promocionales.
Las cosas han cambiado, y el choque cultural entre la flema británica y el descaro marginal cockney es sustituido ahora por las diferencias de tópicos entre los británicos y los americanos, representados por la agencia Statesman, alcanzando cotas que rozan el absurdo. Este permite a Vaughn añadir un buen surtido de personajes nuevos que, con apellidos de renombre por detrás, aumenten el imaginario alrededor de Kingsman, aunque demasiado personaje puede terminar por abrumar, haciendo que la presencia de Halle Berry o la propia Julianne Moore sepan a poco.
Si se permite, por otro lado, hacer evolucionar a los protagonistas de verdad, aunque no siempre con éxito. Más allá de lo forzada de la resurrección de Harry, al menos Vaughn sabe darle un toque diferente al personaje, y lo mismo ocurre con Merlín, mucho más interesante en esta secuela. Sim embargo, el camino elegido con Eggsy no me parece acertado. Ahora sí que, más que una parodia, se ha convertido en una copia versión calzonazos de James Bond, y su relación con la princesa Tilde no hace sino estropear el chiste más macarra de la primera película.
No os confundáis. No quiero que parezca que la nueva entrega de Kingsman es una mala película. En realidad, ofrece todo lo que promete. Es divertida, loca y con mucha acción, más o menos lo que uno le debe pedir a una secuela como esta. Quizá el problema es que el listón estaba muy alto, y el propio Vaughn se ha visto tan forzado a superarse que se ha visto superado por la presión. 
Hay muchas peleas espectaculares, por ejemplo, pero todas parecen querer buscar la grandiosidad que en Kingsman: Servicio Secreto tuviese la escena de la iglesia, sin conseguirlo. Tampoco ayuda que el CGI cante en algunos momentos, como si el guion buscase siempre una grandiosidad que no es equitativa con su presupuesto y, como villano (o como secuaz, más bien), el Charlie de brazo mecánico superviviente de la primera película tampoco está a la altura de la implacable Gazelle que encarnara Sofia Boutella.
Sí mejora la cosa con la presencia de Juliane Moore, que encarna a una villana tan ida de la olla como el Valentine de Samuel L. Jackson pero mucho más divertida y psicótica, aunque, como me sucediera con Sigmouney Weaver en The Defenders, su final me pareció precipitado e insatisfactorio.
Kingsman: Servicio Secreto era una pieza de relojería donde todo encajaba a la perfección, y aunque Kingsman: El Círculo Dorado lo tiene todo para ser un reloj más caro y más grande, algo hay que chirría en la maquinaria, algo que no consigue convencer y llega, incluso, tras varias peleas, a cansar. Quizá no tener una obra como la de Mark Millar debajo haya sido suficiente para lastrar un guion simplemente complaciente y nada arriesgado. Incluso la burla a Donald Trump me pareció poca cosa.
Kingsman: Servicio Secreto fue una grata sorpresa, una película que me divirtió mucho y que he revisionado en varias ocasiones. En el caso de El Círculo Dorado, la diversión ha sido casi la misma, pero las ganas de volver a sumergirme en ella han desaparecido. Este sí es, simplemente, un producto de consumir y olvidar.

Valoración: Seis sobre diez.

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