viernes, 18 de agosto de 2017

EL REY ARTURO, LA LEYENDA DE EXCÁLIBUR, macarra y demencial adaptación de Ritchie.

Es complicado valorar una película que se estrena con tanto retraso con respecto a Estados Unidos sabiendo que allí ha sido un fracaso estrepitoso. Y más cuando cuenta una historia de sobras conocida y que de tanto en tanto es revisionada por Hollywood, ya sea en clave animada (Merlín, el encantador), musical (Camelot), cómica (Los caballeros de la mesa cuadrada), romántica (El primer caballero) o realista (El Rey Arturo), aunque para mí ninguna podrá superar jamás a la maravillosa Excalibur de John Boorman.
Se podría decir que todo sobre Arturo y su mítica espada ha sido ya contado, por lo que Guy Ritchie, que a simple vista podría parecer el realizador menos apropiado para esta empresa, decide repetir la jugada que Marvel ha hecho con Spiderman Homecoming y contar con la complicidad del espectador para no perder el tiempo explicando la leyenda de la espada clavada en la roca, los propósitos de un personaje como Merlin o el significado de construir una mesa redonda. Esta no es la historia de Arturo, sino un nuevo enfoque de sus andanzas y, como tal, Rey Arturo es elíptica, precipitada y, por momentos, incluso confusa, pero también adrenalítica, frenética y espectacular.
Rey Arturo, la leyenda de Excalibur, es una película excesiva, que bebe de todas las fobias de Ritchie y termina siendo una obra de autor, un ejemplo de como el otrora enfant terrible del cine británico consigue aunar su estilo tan particular con las imposiciones de un blockbuster. 
Y que la taquilla no le haya sonreído no significa que la película sea realmente un desastre. 
No está, desde luego, a la altura de sus Sherlock Holmes (la primera fue un ejemplo de cómo filmar acción de manera novedosa) o de Operación UNCLE, pero al menos resulta entretenida y tiene un ritmo que no decae nunca, bien apoyado en la música de Daniel Pemberton.
Ritchie se adapta a las imposiciones del género, recordando su película por momentos a obras épicas del estilo de El Señor de los Anillos, con toques de Robin Hood, presentando el camino del protagonista destinado a ser héroe en contra de su pesar (StarWars) y robando estética e imaginería a Juego de Tronos, aceptando ese obligatorio peaje interracial para el elenco de secundarios (que si la cosa hubiese funcionado habría derivado en diversos spin-off que dieran lugar a un nuevo universo compartido) y con un final desmedido en el que se abusa de la cámara lenta y las chispas de fuego planeando por todo el plano (¿por qué será que todas las películas Warner se me antojan cortadas por el patrón Zack Snyder?), pero sabe salir airoso de ello gracias a no tomarse nunca demasiado en serio la historia. 
Prescindiendo de todo el realismo que pretendía infundir la obra de Antoine Fuqua y apostando claramente por la magia y la fantasía, Ritchie se regodea de un estilo kitch conde los reyes visten cazadoras impolutas y sus poses son siempre altivas y dignas. No es casual, en este sentido, que David Beckham haga un pequeño cameo. 
Así, aceptando los excesos del director, todo cuadra a la perfección, desde el montaje cronológicamente alternado hasta el aroma a videojuego del enfrentamiento final, con un villano que parece salido de un comic cuyo look habría podido mejorar mucho el aspecto visual de ese horrible Ares (al que recuerda ligeramente) de Wonder Woman.
Rey Arturo no es una mala película. Pero sí es demencial y excesiva, despreocupada del desarrollo de personajes, absurda y caótica. Es la película que cabría esperar de alguien tan alejado de la mitología medieval como Ritchie, que convierte a su Arturo (sobresaliente Charlie Hunnam) en una especie de maleante de los suburbios del Londres actual. 
Así es el juego que se nos plantea y, si uno decide aceptarlo, la película, con todos sus defectos, resulta cautivadora.
Porque esta no es una película del Rey Arturo. Esta es una película de Guy Ritchie. Con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Sabiendo esto, es el espectador el que debe decidir entrar o no en el juego. Yo decidí entrar y, al menos, no me sentí decepcionado.
Rey Arturo podría ser mejor, pero no se me ocurre cómo.

Valoración: Siete sobre diez.

2 comentarios:

  1. Muy buena crítica David. Fuimos a verla antes de leer tu crítica y estamos plenamente de acuerdo. Lástima no saber lo de Beckham porque no li vimos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado. Sí, lo de Beckham es un suspiro. Es el soldado que controla a los que tratan de sacar la espada cuando es el turno de Arturo. Un abrazo.

      Eliminar