viernes, 18 de agosto de 2017

DESCONTROLADAS, tontorrón alegato familiar

Descontroladases la nueva película de Jonathan Levine, un joven realizador cuya mejor película hasta la fecha es la simpática Memorias de un zombie adolescente, configurada como vehículo de lucimiento de Amy Schumer. Schumer es una popular humorista de televisión que cuenta con serie propia de la que es creadora y guionista pero que en su paso por televisión su mayor referente hasta la fecha es Y de repente tú, esa comedia del montón que se limitaba a traspasar todos los tópicos masculinos de las relaciones sentimentales a su propia figura.
Schumer no se corresponde con el estereotipo de la Barbie hollywoodiense y basa en ello casi todos sus personajes, buscando ocupar un hueco a medio camino entre la guapa sexy y la gordita desastrosa (no llega, en este sentido, al nivel de Melissa McCarthy, Jillian Bell o Rebel Wilson). Es decir, juega a ser una chica del montón y fácilmente identificable que no suele frecuentar el cine americano, pero termina dando un giro cómico tan forzado que acaba echando por tierra esa supuesta normalidad. Al final, todo queda en una cara de perrito pachón que busca dar pena al espectador y que, al menos en mi caso, no funciona.
A su lado tenemos a Goldie Hawn, una de las reinas de la comedia allá por los ochenta y que andaba desaparecida de las carteleras desde Amigas a la fuerza, del 2002. Desconozco los motivos de ese retorno a la primera plana (quizá deslumbrada por la segunda juventud que está viviendo su pareja Kurt Russell), pero si este es el vehículo elegido tampoco es que vaya a suponerle un regreso por todo lo alto.
Descontroladas es una comedia simplona con dos mitades bien diferenciadas. Por un lado, plantea el clásico conflicto familiar entre madre e hija que aspira a solucionarse con unas vacaciones, recurriendo a todos los tópicos del cine sobre estancias en resorts y extranjeros atractivos ofreciendo las delicias desconocidas del país en cuestión. De repente, la cosa cambia a comedia de acción con secuestros, persecuciones y muertes de por medio. Ninguna de las dos cuajan completamente, siendo al final todo una excusa para hablar de forma bastante limitada del amor familiar y ser una proclama bastante pobre en la que todos los miembros de la familia terminan resultando unos héroes, incluyendo al hermano medio retrasado que interpreta Ike Barinholtz.
Al final, solo las contadas intervenciones de Joan Cusack provocan alguna sonrisa en una película que naufraga por su falta de ambición y apenas alcanza como entretenimiento justito y nada ambicioso.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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