miércoles, 26 de julio de 2017

UNA NOCHE FUERA DE CONTROL, divertida sin más

Parece que la última tendencia en Hollywood, para mal de algunos e insuficiencia de otros, sea la reivindicación femenina en papeles protagonistas. 
Lejos de querer alimentar este debate absurdo (ya dije todo lo que tenía que decir en mi análisis al éxito de Wonder Woman), si es cierto que parece que se esté poniendo de moda girar las tornas y reinventar películas estereotipadas como masculinas para mayor gloria del encanto femenino. Lo malo es que más allá del (exagerado) éxito de Wonder Woman, la cosa no está saliendo demasiado bien, y la versión femenina de Cazafantasmas (el ejemplo más claro de esta moda) no funcionó en taquilla como se esperaba (y merecía). Poco espero de ese Ocean’s Eight de lujoso reparto que está por llegar para versionar el Ocean’s Eleven de Soderberg y tampoco es que esta variante rosa de Very Bad Things que es Una noche fuera de control sea para tirar muchos cohetes.
Y es que sí, aunque no tengan el detalle de reconocerlo en los títulos de crédito, la última película de Scarlett Johansoon, que imagino estaría un poco saturada de tanta película de acción comiquera, es más deudora del film de Peter Berg que protagonizó en 1998 Christian Slater y Cameron Díaz que de otros títulos de los que también bebe, como pueda ser la saga de Resacón en Las Vegas.
Quizá la diferencia principal entre Una noche fuera de control y Cazafantasmas es que esta no solo está protagonizada por mujeres, sino que también ha sido escrita y dirigida por una, Lucia Aniello, con Paul W. Downs (quien interpreta al sufrido novio) ayudando en tareas de guion. Esto permite que no se caiga demasiado en tópicos femeninos, de manera que las mujeres, por el simple hecho de tener más protagonismo, resulten burdas caricaturas, una paródica copia de equívocos sexuales en un terreno tradicionalmente masculino. Eso es lo mejor de una película que busca un humor muy negro y gamberro pero que, en su deseo de ser relativamente convencional y rendir tributo a la amistad, termina deshinchándose. Al final, los personajes, por más que sus actrices se esfuercen de manera meritoria, son demasiado planos y lineales y todo queda reducido a lo que uno simpatice con los (inevitables) chistes de sal gruesa sobre sexo y las situaciones rocambolescas que la muerte accidental de un stripper en plena despedida de solteras pueda provocar.
La conclusión inevitable es que la película es muy flojita, rehúye de cualquier atisbo de inteligencia y resulta rápidamente olvidable, pero por lo menos consigue durante su visionado provocar más de una carcajada y, pese a la torpeza de la directora para mantener correctamente el ritmo narrativo, entretiene sin demasiado sacrificio.
En otras palabras, una tontada desmadrada y carente de ambición para degustar y pasar página pronto. Eso sí, volver a ver a Demi Moore (por retocada que esté) en pantalla, y haciendo equipo con Ty Burrell ya es un aliciente por sí solo.

Valoración: Cinco sobre diez.

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