domingo, 28 de mayo de 2017

DÉJAME SALIR, un Shyamalan racial de segunda

Jordan Peele es un actor de comedia que debuta como director y guionista en Déjame salir (traducción muy simplona de Get out, que evoca inevitablemente a aquella brillante película –remake incluido- de vampiros llamada Déjame entrar), un film a medio camino entre el clásico Adivina quién viene esta noche con las comedias sobre las relaciones yerno-suegro al estilo Los padres de ella, pero con una vuelta de tuerca oscura. No es exactamente una película de terror, aunque se burle del género en un arranque inquietante y manipulador, sino más bien una propuesta de misterio con giros desconcertantes muy al estilo Shyamalan, así que quien busque aquí sustos aterradores y sangre saldrá tan decepcionado como aquellos que no supieron entender la sugerente y genial La bruja.
Es Déjame salir, en el fondo, una película muy pequeña, de esas que si no tuviese el nombre de James Blum detrás difícilmente habría tenido la distribución con la que se ha encontrado, estando más relegada a festivales (su arranque es muy Sitges) y plataformas digitales. Pero ya se sabe que el amigo Blum convierte en oro todo lo que toca y esta no es una excepción.
Posiblemente sea esa un arma que juega en contra de la película, pues llega precedida de tales alabanzas que puede llegar a provocar un hype desproporcionado y que, definitivamente, no es para tanto.
Y es que tras un arranque prometedor, la cosa se va desinflando peligrosamente.
Déjame salir cuenta la historia de Chris y Rose, una pareja interracial de enamorados que deciden ir de visita a casa de los padres de ella. Y un chico negro en una comunidad tan blanca no promete nada bueno.
Con toques que recuerdan también al desconcierto de títulos como El pueblo de los malditos o Las mujeres perfectas, Chris se va a encontrar rodeado por un ambiente social que, bajo su capa de educada amabilidad, revelan un innegable juicio hacia su color de piel.
Déjame salir presenta, pues, a un chico negro atrapado en una sociedad amenazante de la que no va a poder escapar, pese a no tener tampoco muy clara cuál es la amenaza. Una metáfora sobre el racismo que sigue existiendo en los Estados Unidos (y en el resto del mundo) y que dan a la película un toque de terror más realista y reflexivo de lo que cabe esperar de este tipo de films.
El problema radica en que una vez se revela el primer gran giro de la trama (demasiado pronto, por cierto), la película pierde fuerza, volviéndose algo aburrida en su tramo central (toda la secuencia que se evoca en el poster me parece demasiado alargada) y muy previsible en su resolución. Déjame salir es, en sus últimas consecuencias, una película tramposa, que en su intento por engañar al espectador termina traicionándose a sí misma, dejando el tema del racismo de lado y renegando de todo aquello que la había brillante en su arranque, sin que el excelente trabajo de Bradley Whitford y Catherine Keener sirvan para creernos lo que nos quieren colar.
Al final, Peele compone un buen film de suspense con algún susto efectivo y personajes inquietantes pero que no termina de ir hacía ningún lado y que solo funciona cuando las expectativas son bajas, resultando algo mediocre en perspectiva a todo lo que se está diciendo de ella y con unos toques de humor (al final la cabra tira al monte) que no funcionan nada bien.
Aceptable a la par que decepcionante.

Valoración: Seis sobre diez.

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