domingo, 19 de febrero de 2017

RINGS, justita y poco más.

No sabíamos nada del director F. Javier Gutiérrez desde su interesante debut en 2008 con la inquietante Tres días. Por eso sorprende verlo ahora, tras ocho años desaparecido, debutando en Hollywood con una película franquicia como es Rings, tercera entrega de la saga que versiona a la nipona Ringu.
Pocas expectativas provocaba esta película donde lo único mínimamente destacable estaba en sus secundarios, con Johnny Galecki (el divertido Leonard de The Big Bang Theory), Alex Roe (insoportable en La quinta ola) y Vicent D’Onofrio en cabeza, aunque la italiana protagonista, Matilda Anna Ingrid Lutz, sea una completa desconocida.
Sin Naomi Watts ya en el reparto, la película es una vuelta de tuerca al tema de la película de VHS con inquietantes imágenes que provoca una maldición en quien la ve, haciendo que fallezca a los siete días.
Poco se puede exprimir ya de esta saga, más tras haber sufrido en Sitges la fantochada que juntaba a Sadako (versión japonesa de la Samara de aquí) contra Kayako, la monstruito correspondiente a la franquicia de La maldición. Consciente de ello los guionistas de Rings han tratado de trenzar una historia algo más sencilla de lo habitual, con algún interesante giro de guion pero sin retorcidos recovecos confusos e incomprensibles. Para ello, entremezcla realidad e ilusión para poder jugar con las imágenes (potente la escena de la lluvia cayendo hacia arriba) sin perder la verosimilitud, a la par que juega con las nuevas tecnologías digitalizando la maldición y creando una cadena de favores, como si de una red social mortal se tratase, para tratar de combatirla.
No hay mucho donde rascar en Rings, pero lo poco que tiene lo ofrece con sinceridad y si recuerda uno que no debe esperar demasiado de ella es capaz de entretener y hacer que su visionado sea, al menos, aceptable e incluso entretenido, con algún susto que funciona y una ambientación bien conseguida.

Valoración: Cinco sobre diez.

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