sábado, 4 de febrero de 2017

DIRÉ TU NOMBRE, floja denuncia social, horrenda historia de amor

Seguimos con la racha de estrenos de películas dirigidas por actores, pero tras los impecables trabajos que son (para mí) Hasta el último hombre de Mel Gibson y Vivir de noche de Ben Affleck el caso que nos ocupa es la excepción que rompe la regla y Sean Penn, quien en ocasiones anteriores ha demostrado tener buena mano tras las cámaras, patina claramente en este drama romántico y pretencioso que es Diré tu nombre.
A priori, tras juntar a un director ganador de un Oscar con dos protagonistas también con sendas estatuillas, en una historia de amor apasionado y denuncia social, uno podría preguntarse ¿Qué puede salir mal? Pues lamentablemente, casi todo.
Diré tu nombre cuenta la historia de dos integrantes de una ONG (médicos del mundo) que se conocen en África y se enamoran, aunque la cosa no termina de salir del todo bien. No, no se asusten, no es ningún spoiler, este es el principio, ya que Penn elige, no tengo muy claro con qué propósito, explicar su historia en dos líneas temporales, anticipándonos más o menos el desenlace y saltando aleatoriamente entre presente y pasado sin orden ni concierto.
Cierto es que el film sirve para denunciar las atrocidades que suceden en muchos países africanos y para mostrar el drama de los refugiados de guerra, pero uno no puede tener la sensación de que en realidad se está buscando más el postureo, el demostrar lo “guay” que es Sean Penn por hacer este cine comprometido y valiente, que no el realizar en verdad un film comprometido y valiente. Aun así, es esta parte bélica y atroz la que mejor funciona, estando dirigida con mano más o menos firme y contando con la colaboración de dos secundarios de lujo que tampoco es que estén muy bien aprovechados: Jean Reno y Jared Harris.
El problema es que por momentos es la historia de amor, el melodrama más simplista y pasteloso, el que domina la trama, trivializando el sufrimiento de los refugiados y prostituyendo las posibles lecturas bienintencionadas que se pudieran pretender buscar en la película. Para ello, además, se ayuda de dos actores que no parecen tener química alguna como pareja y que no son capaces en ningún momento de sacar adelante un guion torpe y unos diálogos de vergüenza ajena. Javier Bardén borda el ridículo en muchos momentos del film, mientras que me apena mucho ver a una actriz magnífica como Charlize Theron metida en este fregado. De ella, y perdonen si les parece este un comentario demasiado machista, lo mejor que se puede decir es que está espectacularmente bella, como siempre. Nada más se puede rascar de sus interpretaciones.
Penn llevaba más de una década alejado de las cámaras y está claro que no ha elegido ni el mejor momento ni el mejor proyecto para regresar. Con mucha generosidad uno puede aguantar su alargado metraje como acto de restricción y quizá si a la salida del cine alguien se anima a colaborar económicamente con alguna de estas ONG’s ya habrá valido la pena la película, pero eso no justifica un despropósito que busca con insistencia la lágrima fácil y el desconsuelo pero encuentra sobretodo el ridículo y la comedia involuntaria (véase la escena del cepillado de dientes, por ejemplo).
Una verdadera lástima…

Valoración: Tres sobre diez.

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