miércoles, 21 de septiembre de 2016

EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA: Para algunos sí que no hay futuro ya.

Ante la llegada de una película como esta, uno no puede más que plantearse una serie de interrogantes. Por ejemplo: ¿Cuántas películas debe protagonizar un humorista para llegar a ser considerado actor? ¿Basta con un cambio bastante drástico de look para mejorar a nivel interpretativo? Y por último, ¿es esta realmente la peor película del año, como dice casi todo el mundo?
Probablemente no sea la peor película del año (Los Visitantes la lían es decididamente peor, eso sin duda) pero sí es una mala película. Y el principal responsable (algo de culpa tendrá Dani Rovira, pero está claro que él hace lo que puede) la tiene Pedro L. Barbero, que ha tardado quince años en rodar su segunda película (Tuno negro fue la primera) y ahora puede entender uno por qué.
No es que la dirección sea desastrosa (es hasta salvable en ocasiones), pero el propio Barbero es autor del guion, y eso sí que es un auténtico lastre para el film.
De entrada, no se sabe lo que El futuro ya no es lo que era pretende ser. Parece una comedia, pero luego uno se encuentra con unas dosis de drama bastante fuertes y muy pocos chistes (aunque sea precisamente con un chiste como arranca el asunto). Es todo tan confuso e irregular como las dos principales influencias de Barbero en su historia: Woody Allen y el cine de Superhéroes. Porqué sí, Barbero pretende hacer una tragicomedia muy a lo Woody Allen, con muchas frases lapidarias (algunas con cierta gracia, no todo va a ser negativo) y no solo no lo esconde sino que muestra cada vez que puede la escultura que Oviedo dedicó al cineasta de Manhattan. Pero luego todo se resume en una metáfora sobre la dualidad del héroe que, por si alguien no había pillado, repite constantemente: el falso héroe en que se convierte el personaje de Dani Rovira se llama Kar-El y constantemente se nombra a Superman. ¿Queda alguna duda? Por si fuese poco, el productor televisivo al que da vida José Corbacho es un calco del J.J.Jameson de Spiderman, así que por influencias no será. Una combinación, ya pueden ustedes imaginar, como aceite y agua.
El futuro ya no es lo que era parte con buenas intenciones, pero fracasa en cada paso que da, desde la insistente y cansina voz en off hasta el despliegue de tópicos mal empleados que se amontonan en la historia, una historia a la que le falta ritmo, alma e identidad y que, por si no hubiese quedado claro, naufraga definitivamente en la acumulación de escenas aparentemente finales, demostrando que el propio Barbero no parece tener muy claro como cerrar su obra. Un buen puñado de actores desaprovechados (Carmen Maura y Carolina Bang a la cabeza), algún cameo que hace algo de gracia y un mensaje que resulta tan confuso que pese al obligado giro final uno piensa que está ante una película de postguerra: machista y homofóbica.
Puede que algún acierto haya conseguido Barbero, como la interpretación de la joven Lucía de La Fuente, fresca y descarada, la estampa que ofrece de la ciudad de Oviedo y alguna que otra frase inspirada. Lo demás, anodino y plano. Y nuevo traspiés de Dani Rovira que, más allá de sus Ocho apellidos vascos, todavía debe luchar para hacerse un nombre como actor.
¿La peor película del año? No, claro. Las hay peores. Pero si ese debe ser un consuelo…

Valoración: Tres sobre diez.

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