miércoles, 3 de agosto de 2016

LA MINA: cine de terror indie a medio camino de todo

Dirigida por Miguel Ángel Jiménez, La Mina es una de esas curiosas películas que aparecen de la nada y logran escapar de la invisibilidad por encima de otras producciones a priori más llamativas y con alguna estrella en su reparto.
No hay ningún rostro reconocible en esta producción íntegramente española aunque filmada en inglés con actores foráneos y que pese a acontecen en un pueblecito de la América profunda ha sido filmada en gran parte en Asturias y País Vasco (algo lógico si se trata de minas).
De una modestia tal que recuerda un poco a las producciones casi de serie B de Blumhouse, La Mina narra la historia de Jack, un hombre que acaba de salir de prisión y regresa a su hogar, donde le aguardan (que no esperan) su hermano, su mujer y su hijo. Deseoso de rehacer su vida y tener una segunda oportunidad con su matrimonio acepta el trabajo de vigilante nocturno de una mina abandonada, una mina que, como su propio pasado familiar, esconde muchos secretos.
La trama, así como la escena inicial, ya invitan a pensar que estamos ante una propuesta de terror psicológicos, donde lo que no se ve va a ser más aterrador que lo que se muestra en pantalla. 
Tenemos también el suficiente interés personal como para adivinar que se trata de una película de personajes capaz de profundizar en ellos más allá de presentarnos a una serie de sujetos predispuestos a ser machacados por el psicópata de turno. 
Lo malo es que Jiménez no es capaz de aunar correctamente ambas vertientes, creando un híbrido que abandona durante demasiados minutos del metraje su faceta aterradora mientras que la parte correspondiente al drama familiar resulta previsible  y algo cansina. Jiménez quiere cocer su historia a fuego lento, pero se pasa de pausado y, cuando al fin arranca la acción, es ya demasiado tarde. 
Un breve y precipitado festival gore (donde se encuentran las principales carencias de Jiménez como realizador) no es suficiente para reactivar una película con momentos interesantes e intérpretes correctos (el protagonista es Matt Horan, cantante del grupo Dead Bronco que debuta en la interpretación) pero que no alcanza a emocionar (ni aterrorizar) lo suficiente y que corre el peligro de que, de querer analizarla en profundidad, tenga demasiados vacíos en su guion, dejando demasiadas preguntas sin responder.
Una propuesta prometedora, no lo niego, pero demasiado irregular como para llegar a convencer. Un cuento de terror a medio camino de todo.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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