martes, 30 de agosto de 2016

CAFÉ SOCIETY, pequeño gran Allen

El estreno de un Woody Allen siempre es una buena noticia para las carteleras, por más que su cine sea más apetecible con el dorado de las hojas del otoño que sufriendo el último empujón del calor veraniego, donde apetece más refrescarse al amparo de estupideces palomiteras de rápido olvido.
Café Society no está entre lo mejor de la filmografía del Sr. Allen, que en lo que llevamos de siglo solo ha hecho dos películas realmente memorables: Match point y Midnigth in Paris (Blue Jasmine no estaba nada mal, pero eso era más mérito de Cate Blanchett que de él), pero tampoco está entre lo peor. Se mueve más bien en un terreno intermedio, marcado por la comodidad, en la que el neoyorquino parece estancado desde hace muchos años.
Café Society, como la mayoría de sus títulos recientes se limita a realizar un copia y pega de sus tics más habituales, configurando una comedia triste donde la genialidad de los diálogos sólo asoma muy esporádicamente y en la que la cámara se mueve acompasadamente pero sin grandes virtuosismos. Eso sí, es la primera vez que Allen filma en digital y eso embellece la fotografía, sobretodo en la parte correspondiente al Hollywood clásico.
Leí una vez que muchos autores (el artículo comparaba demencialmente a Allen con Stephen King) escribían sobre perdedores a los que les pasaban grandes cosas hasta que la vida sonreía a estos autores y entonces se dedicaban a hablar sobre triunfadores a los que les pasaban malas cosas. En ese término, Café Society nos enseña como un don nadie, Bobby, vuelve escaldado de su intento por comerse el mundo en el Hollywood de los años 30 para terminar regentando el local más cool de todo Nueva York, pero, como suele suceder en el cine de Allen, el amor se cruzará en su  camino y será ese amor, imposible por definición, lo que marcará el ritmo de la historia, una historia, eso sí, regada de lujo y glamour por doquier.
Con toques humorísticos más dedicados a las tramas paralelas que a la principal, Café Society es una historia triste y reflexiva que deja un regusto amargo tras su visualización y desaprovecha las muchas posibilidades que la mítica meca del cine podía ofrecer.
Nuevamente es en el reparto donde se encuentran las mejores bazas de la película mostrando Eisenberg y Stewart la gran química que hay entre ellos (es su tercera película juntos) y lo que han evolucionado como actores. Ella, con un papel intencionadamente comedido y sensual que la acercan más a la Valentine de Viaje a Sils Maria que a la Bella de la saga Crepúsculo, mientras él consigue que superemos las pesadillas que su Luthor nos provocó en Batman V. Superman. Por el contrario, la magnífica Blake Lively apenas tiene tiempo ni frases para lucirse mientras que Steve Carrell, un gran actor de comedia a la que cada vez lo vemos en más películas serias, no parece en su mejor momento, haciendo que nos preguntemos cómo habría cambiado la película si su papel lo hubiese realizado el inicialmente previsto Bruce Willis.
Allen acierta en muchas de sus propuestas, con escenas bastante icónicas (el encuentro de Bobby con la prostituta Candy) o las falsas apariencias que el personaje de la Stewart debe mostrar según en qué momento de su vida se encuentre, pero al final la cosa sabe a poco como si esta hubiese podido ser una gran película que queda algo desleída y Allen no hubiese sabido (o querido) retorcer a sus personajes en el último momento. A Jasmine la trató tremendamente mal: con otros personajes como  la Sophie Baker que Emma Stone interpretó en Magia bajo la luz de la luna supo ser más amable. En Café Society prácticamente abandona a la joven pareja a su antojo para que ellos mismos purguen sus errores y deja pie al espectador para juzgar por sí mismo quien gana y quién pierde a raíz de las decisiones tomadas.
Café Society no es una gran película, pero en manos de Woody Allen ninguna película es tampoco demasiado pequeña.

Valoración: siete sobre diez.

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