domingo, 14 de febrero de 2016

ZOOLANDER 2: festival del absurdo.

Ya desde su debut como director con Reality bites (Bocados de realidad) Ben Stiller demostró que era algo más que un simple actor de comedia de brocha gorda, habiendo sabido siempre alternar todo tipo de comedias ligeras como actor (desde grotescas como Algo pasa con Mary, convencionales como la saga Los padres de ella o incluso de corte infantil como Noche en el museo) con apuestas algo más inteligentes como director.
Fue precisamente con Zoolander que el gran público lo descubrió, convenciendo con aquella alocada comedia donde aprovechaba para burlarse cruelmente del mundillo de la moda y los estereotipos de diseño y creando a un personaje estúpido pero entrañable que estaba claro que tarde o temprano tendría que regresar a las pantallas). Tras la brillante Tropic Thunder y la más reflexiva (aunque algo fallida) La vida secreta de Walter Mitty, Stiller ha recuperado por fin a su personaje más celebrado, este Derek Zoolander de nuevo acompañado por el Hansel al que da vida Owen Wilson y a los que se une en esta ocasión nuestra Penélope Cruz interpretando a una exmodelo de bañadores y actual agente de la Interpol.
Zoolander 2 sigue los pasos marcados por su predecesora y actualiza su sátira a los tiempos actuales (han pasado quince años entre ellas) con unos Zoolander y Hensel tan rematadamente idiotas como antaño pero atrapados ahora en un mundo que no comprenden y que se ha modernizado sin contar con ellos.
Stiller, que es coautor del guion, recupera momentos de máxima gloria para su personaje, convertido en un inepto agente secreto que bien podría compartir pantalla con Johhny English o el propio Torrente y consigue crear algún que otro gag memorable, como la muerte de Justin Beaver que abre el film (y que demuestra que el cantante tiene sentido del humor) pero que por lo general se pierde en un exceso de “frikadas” que no encajan con la habilidad que lo hacían en la peli del 2001.
Todo en Zoolandes 2 es completamente absurdo, descomunalmente ridículo y caricaturesco. Y así, claro, es imposible no encontrar muchos momentos para la carcajada. Sin embargo, tanto cameo (alguno demasiado impuesto) y surrealismo (el personaje de Kristen Wiig me saca por completo de la trama) terminan por lastrar una película que no supera en ningún momento a la primera y que podría situarse entre lo más flojo de la trayectoria de Stiller como realizador.
Sin que ello signifique, desde luego, que sea un buen divertimento y un buena ocasión de pasar un buen rato sin más.

Valoración: 6 sobre 10.

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