domingo, 10 de enero de 2016

JOY: la Lawrence más choni.

De vez en cuando aparecen directores que, de la noche a la mañana, son encumbrados y parece que todo lo que toquen se convierta en oro. Sin embargo, tarde o temprano se les termina por ver el plumero.
Algo así es lo que sucede con David O. Russell, un tipo con películas interesantes pero no excesivamente llamativas como Extrañas coincidencias o Tres Reyes al que se le abrió las puertas dela fama y los premios con El luchador y que no ha parado de repetir la fórmula de su éxito desde entonces.
Apoyado básicamente en el equipo formado por Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Robert de Niro, quienes protagonizan (más o menos) sus tres últimas películas, Rusell ha demostrado ser un gran director de actores, sabiendo sacar el máximo rendimiento de sus estrellas y permitiéndoles hacer unas interpretaciones intensas y emotivas. El caso más evidente es el de la Lawrence, actriz que compagina blockbusters como las sagas de X-men o Los juegos del hambre con las nominaciones a los Oscars que le reportan las películas de Russell. De su trabajo como director o guionista ya es otro cantar.
El lado bueno de las cosas resultó un soplo de aire fresco al trillado género de la comedia romántica, desde luego, pero desde entonces la cosa ha ido perdiendo fuelle. La gran estafa americana hacía honor a su título, siendo su setentero estilo visual lo único destacable del film, y esta Joy no pasa de ser un melodrama televisivo muy bien maquillado.
Casi se podría entender la película como un regalo a la propia Jennifer Lawrence. Fue lo mejor de La gran estafa americana pese a tener un rol muy secundario y ahora Russell le ha dado el máximo protagonismo, en una película hecha para su exclusivo lucimiento en el que, en un manido ejercicio pseudofeminista, su Joy debería dar voz a todas las mujeres luchadoras e independientes a este lado del universo.
Pero analizada a fondo, escarbando entre la basura de vida que tiene esta muchacha ahogada en un caos familiar demasiado rebuscado para resultar creíble (vive en la misma casa con sus padres separados, sus dos hijos, su abuela y su ex marido), Joy no deja de ser una versión choni de la propia Katniss Everdeen, una chica anónima que se rebela contra la sociedad y, apoyada por los focos y el maquillaje que reflejan su determinación y personalidad, termina convertida en un símbolo.
No es Joy una mala película, pero ni mucho menos se acerca siquiera a la excelencia que se supone debería tener una nominada al Globo de Oro. Seguro que en los próximos Oscars Lawrence volverá a tener acto de presencia, y puede incluso que la película asome su cabeza en alguna nominación más. Pero si La gran estafa americana ya fue la gran derrotada de hace dos años esta no va por mejor camino.
Russell se ha acomodado y cuenta unas historias demasiado planas, con un convencionalismo mal disimulado donde al final solo cuenta el buen trabajo actoral y la cuidada ambientación. Demasiado poco para una película de pretensiones sociales como esta que coquetea en demasiados momentos con el tedio.
Al final, todo se reduce a Jennifer Lawrence y poco más…

Puntuación: 5 sobre 10.

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