lunes, 21 de diciembre de 2015

STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA (9d10)

Al fin llegó el día. Llevábamos unos cuantos años esperándolo, desde que Disney comunicó que había comprado los derechos de LucasFilm y anunció el proyecto de realizar una nueva trilogía (luego se hablaría de los spin-off, las series, los comics…). Aunque, en realidad, llevábamos mucho tiempo más reprimiendo ese deseo de volver al Universo que creo George Lucas en 1977 y que nos amagó en 1999 con La amenaza fantasma, un despropósito digital donde Lucas traicionaba sus propios ideales y demostraba que era mucho mejor creador que director.
No entendía, sin embargo, esa fiebre galáctica que invadía a toda la humanidad, hablando de la película más esperada de la historia y de records de taquilla, algo que imagino que ya se habló con la nueva trilogía y que quedó en una profunda depresión para el aficionado. 
Yo, por mi parte, sí esperaba la película con ganas, pero no por el factor Galáctico que no tenía claro si iba a ser capaz de remontar el vuelo por sí solo, sino por mi profunda admiración y fe ciega en J.J.Abrams, padre espiritual de la magistral Lost (Perdidos) y cuyas películas (todas sin excepción) hasta la fecha me han agradado notablemente. Su filmografía, por sí sola, ya habla de lo que el realizador neoyorquino iba a ser capaz de ser. No en vano había resucitado dos sagas en peligro de extinción (Misión Imposible estaba muy tocada tras la película de John Woo y Star Trek literalmente muerta) y había demostrado su respeto por el cine de fantasía que Lucas, Spielberg y compañía representaban a finales de los setenta y principios de los ochenta con Super8. Visto esto, ¿quién mejor que él para conseguir aunar en una película dos cosas tan antagónicas como era orientar una saga hacia nuevos horizontes pero recurriendo para ello a sus orígenes más clásicos?
Por ello, en lo único que se le puede criticar a su Star Wars (escrito  a medias con Michael Arndt –otro con currículo pequeño pero brillante- y retocado por el gran Lawrence Kasdan, quien ya se hiciera cargo de escribir los episodios seis y siete, los mejores de las seis conocidas hasta ahora) es la sencillez del guion. Abrams no ha venido para inventar nada, como hiciera Lucas en los episodios uno a tres, y por eso no hay nada de riesgo en una historia que recuerda mucho (quizá demasiado) a la trama original. Protagonista de padres desconocidos en un planeta desértico, robotito con planos ocultos en su interior, villano enmascarado de voz metálica y una nueva Estrella de la Muerte. Por eso, El despertar de la fuerza es una continuación tanto como un respetuoso lavado de cara a los conceptos preconcebidos, algo que (con mayor o menor acierto) es la tercera vez que vemos en las pantallas en lo que va de año, tras Terminator Genesis y Jurasic World.
A partir de ahí, todo es magia pura. Abrams, quien asegura que ha tenido total libertad por parte de Disney para ofrecer su propio punto de vista de la saga, se saca de la manga a un puñado de actores jóvenes que enamoran al público desde su primera aparición en pantalla, especialmente la pareja que lleva el mayor peso de la película, unos hasta ahora desconocidos Daisy Ridley y John Boyega que consiguen en segundos tener más carisma que el denostado Hayden Christensen en las dos películas que protagonizó (es un decir), consiguiendo sin duda que sus personajes entren por la puerta grande en el imaginario popular de la franquicia por delante, incluso, de interpretaciones de actores consagrados como fueron en su momento Ewan McGregor, Natalie Portman o Liam Neeson (¿alguien se acuerda de que forman parte de esta saga?). Junto a ellos, destacan también rostros algo más conocidos, como Oscar Isaac y Domhnall Gleeson, mientras que el caso de Adam Driver debe ser considerado aparte, ya que su personaje (que no voy a mencionar aquí) es el que queda más pendiente de evolucionar en futuras películas.
Hago aquí un inciso para disculparme si soy algo parco en explicaciones argumentales, pese a que en el momento en que se publique este comentario medio mundo habrá visto ya la película, pero visto el magnífico trabajo que ha hecho Disney por mantener al público hambriento de spoilers (y eso que han inundado el medio audiovisual con carteles, merchandising y trailers) y sin saber nada de la trama (algo que, por cierto, se le da muy bien a Abrams: recordad el interés que logró despertar con una película presupuestariamente pequeña como fue Monstruoso) no voy a ser yo quien desvele nada que no deba saberse antes de ver la película en pantalla grande.
Decía que la película logra reunir a un interesante elenco de jóvenes promesas que para nada chirrían. Todo el primer acto forma parte de un reinicio en toda regla y uno se identifica enseguida con los nuevos héroes, en especial la potente presencia de esa muchacha, frágil y guerrera a la vez, que es Rey, mientras que el nuevo juguete llamado BB-8 consigue derrochar simpatía y ternura como no se había visto desde los tiempos de WALL.E.
Pero el tráiler ya había adelantado que no se iba a tratar de una aventura en el espacio más. Hay cabida para la nostalgia y toda la sala se estremece al reconocer un maltratado Halcón Milenario, al ver aparecer por primera vez, pistola en mano, a Han Solo y Chewbacca, o al reencontrarnos con la versión madura de ese mito de peinados imposibles que era Leia Organa. Y así, mientras la aventura prosigue por nuevos derroteros, los guiños a lo clásico se reproducen sin cesar, demostrando que por más que la película vaya a entusiasmar a los chavales de nueva cuña que ya lo fliparon hace un año con Guardianes de la Galaxia esto es, en realidad, un homenaje a una generación que ya baila entre la cuarentena y el lustro y que sufrieron viendo como un CGI que ha envejecido francamente mal se apoderaba de los esperados episodios uno a tres y violaba, de paso, la esencia de la saga original.
Y tanto es el tributo que Abrams ofrece a la historia que incluso las pantallas verdes han sido reducidas al mínimo concepto en este rodaje, regresando a las maquetas, animatronics, maquillajes y localizaciones en escenarios naturales que tan bien lucen en pantalla. Hay digitalización, desde luego (que se lo digan a los irreconocibles Andy Serkis, Lupita Nyong’o o Simon Pegg) pero en ningún momento el ordenador predomina sobre la historia ni se cae en el delirio visual que alcanzó cuotas de videojuego en algunos momentos de El ataque de los Clones.
El despertar de la fuerza no es una película perfecta, y le falta la independencia argumental necesaria para alejarse de los clichés preconcebidos, pero es una primera piedra necesaria para expandir el universo y dar forma a una nueva trilogía que, sin duda, tomará su propio camino a partir del episodio ocho. En cierto modo, necesitábamos volver a sentirnos en casa para poder partir de cero y empezar a andar de nuevo hacia horizontes desconocidos. Y el equipo formado por Rey, Finn, Poe Dameron y BB-8 enfrentados a Kylo Ren, el nuevo villano de la saga, ha demostrado que es capaz de luchar por su propio destino con total independencia.
Quizá si algo me rechinó ligeramente (y perdonen los que consideren esto casi una blasfemia) es la banda sonora. Creo firmemente que un director debe trabajar siempre con el compositor con quien mejor se entienda, y si muchos echaban en falta la labor de John Williams en la magnífica El puente de los espías de Steven Spielberg yo habría preferido que Abrams hubiese podido contar con su músico de cabecera, el compositor Michael Giacchino. Ya en Súper8 demostró que se le daba bien recrear el estilo de Williams y con Misión Imposible y Jurassic World se especializó en crear nuevas composiciones partiendo de registros icónicos.
Como sea, Abrams ha demostrado que, además de ser un magnífico director, es un cachondo. Solo a nivel anecdótico os diré que Giacchino sí está en la película, pero como actor. Igual que Daniel Craig. Hasta aparecen Yoda y Obi Wan Kenobi. ¿No me creéis? Quizá en un tiempo, cuando se pueda hablar sin temor a los spoilers, os resuelva el misterio. Mientras, contentaos con la aparición de viejos colegas del director, como Greg Grunberg, o con la recuperación de Anthony Daniels y Peter Mayhew, el ilustre cameo de Max von Sydow y la presencia de la “jugadora de tronos” Gwendoline Christie.
Y sí, también sale Mark Hammil. Pero no diré nada más sobre el tema.
En fin, una película para disfrutar de principio a fin, en la que buscar deslices argumentales es renunciar a la magia del espectáculo, donde se recupera toda la épica que la lucha entre el imperio y la República merecen y donde la Fuerza es de nuevo un poder espiritual más que un concepto científico (¿alguien entendió alguna vez eso de los midiclorianos?).
No sé si será la mejor entrega de la saga (El Imperio Contraataca rozaba la perfección y puso el listón muy alto), pero se le acerca. Yo, probablemente, sea con la que más he disfrutado. Y, aunque confieso que era el primer escéptico tras el final de El ataque de los clones, la historia que comenzó en una galaxia muy, muy lejana debe continuar.
Que la Fuerza nos acompañe.

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