lunes, 23 de noviembre de 2015

OCHO APELLIDOS CATALANES (6d10)

Apenas un par de años ha tardado en llegar la secuela de la más exitosa película de la historia de nuestro país. Y por ello las expectativas son tan altas como difíciles de cumplir.
No, definitivamente la continuación de Ocho apellidos vascos no va a tener el éxito de su predecesora (aunque dinero va a dar, de eso no hay duda) y ya se están escuchando las primeras (e injustificadas) críticas negativas.
Ocho apellidos catalanes no es una gran película, dejémoslo claro desde el principio, tal y como tampoco lo era Ocho apellidos vascos. Siempre consideré que era una buena comedia pero su éxito fue desmesurado y a todas luces inaudito, y por ello es imposible que su secuela esté a la altura de algo que, en la práctica, no tenía tal altura. Es como luchar contra el recuerdo de algo que nunca fue.
Además, la película nace ya de entrada con un terrible handycap. No puede innovar demasiado, pues los que disfrutaron de la primera película en el fondo quieren más de lo mismo, pero tampoco puede convertirse en una mera fotocopia a la que acusen de falta de originalidad. ¿Solución? No la hay. Y por eso muchos van a sentirse decepcionados ante esta continuación que, todo sea dicho, no es que tenga un gran guion.
La cosa es sencilla. Amaia va a casarse con un catalán y Rafa, advertido por Koldo, decide presentarse en la boda para tratar de reconquistar a su chica. Todo muy típico y previsible, demasiado convencional. La clásica comedia romántica vista mil veces y cuyo desenlace podemos adivinar desde la primera escena, no solo en lo referente a los protagonistas sino también en cuando a los secundarios.
El acierto de los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José está en los diálogos, que como en la versión vasca es donde se muestran más mordaces y donde se pueden encontrar los mejores puntos de humor. No se han sustituido las bromas a costa de vascos y andaluces por las referidas a los catalanes, sino que estos se han añadido, dando más colorido a la función y permitiendo que no quede títere con cabeza en esta comedia con toques de vodevil (toda la escena situada en la masía propiedad del personaje de Rosa María Sardá) con una mala leche a base de tópicos e iconos geográficos perfectamente repartidos por gran parte del territorio nacional, aunque es innegable que el tema de la independencia centra todos los focos, como era de esperar.
En el apartado interpretativo, aparte del cuarteto original que repite con solvencia, tenemos la aportación de un Berto Romero que cada vez parece sentirse más cómodo en su faceta como actor (y todo parecía haber empezado como una broma a modo de cameo), de Rosa María Sarda que se come la pantalla con su presencia en cada aparición (y que ayuda a olvidar su espantosa interpretación en la más espantosa todavía Rey Gitano) y de Belén cuesta, la última punta de este cuadrado amoroso que Emilio Martínez de Lázaro nos propone y la que más sorprende por su versatibilidad lingüística.
Vista desde tierras catalanas, tengo la curiosidad de ver la reacción del público local ante los chistes más radicales. Con la primera película muchos se tomaban con buen humor la pantomima que se hacía de vascos y andaluces, pero cuando les toca a ellos… Habrá que ver si se toman las cosas con la  misma tolerancia.
Yo por mi parte me lo pasé relativamente bien, sabiendo lo que iba a ver y sin esperarme ninguna maravilla. Es una correcta continuación que, como sucede con la mayoría de secuelas de comedias, adolece el factor sorpresa que tuvo la primera parte y que repite un esquema ampliando sus horizontes y recuperando con calzador algunos personajes como Joaquín y Curro, aunque sí le puedo achacar algo de falta de valentía en situaciones más extremas como la insípida intervención en el pueblo de la Guardia Civil, una subtrama claramente desaprovechada.
Reírse es una costumbre muy sana, y reírse de uno mismo más todavía. Eso es lo que propone la película, y quererle pedir más que eso sería una seria equivocación. Hay lo que hay y no hay que pedirle peras al olmo. Aunque sea un olmo catalán.


Actualización: en su primer fin de semana ha arrasado en taquilla, batiendo todos los récords y rebasado sobradamente el estreno que tuvo Ocho apellidos vascos, y viendo las colas kilométricas que sufrí ayer noche en mi cine parece innegable que, pese a coincidir en su estreno con un Madrid-Barça de fútbol, el éxito está asegurado. Eso sí, cabe recordar que la recaudación de Ocho apellidos vascos fue de menos a más y estuvo mucho tiempo aferrada en el número uno y algo me dice que esta va a sufrir el efecto contrario y el boca a oreja le va a hacer mucho daño. Aunque claro, que le quiten lo bailado...

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