jueves, 29 de octubre de 2015

MI GRAN NOCHE (7d10)

Después de que Las Brujas de Zugarramurdi (y sobretodo La chispa de la vida) no terminasen de sedudir a público y crítica, quizá debido a lo irregular de su ritmo y su descompensado final, Alex de la iglesia, de la mano de su fiel guionista Jorge Guerricaechevarría, ha regresado al terreno que mejor conoce, la comedia pura y dura, para coescribir y dirigir una absoluta locura, un desmadre genial donde las sorpresas no dejan de suceder, como en un vodevil demencial, cargado de gags y con un ritmo frenético.
Tal y como hiciera su buen amigo Santiago Segura con El Fary en la saga Torrente, De la Iglesia ha querido rendir pleitesía a Raphael, una de las grandes voces de nuestra música, al que convierte en la gran estrella en el centro de esta función absurda y desquiciada que satiriza la grabación de un especial televisivo (tan casposo y ridículo como los de verdad) para la noche de Fin de Año.
No pretende ser La Gran Noche una crítica social ni un alegato contra los tiempos de crisis que no terminamos de abandonar (ya he empezado diciendo que esto es comedia pura y dura), pero alrededor de ese gran festival que componen los diversos personajes que pululan por la gala De la Iglesia se permite crear un envoltorio donde, en pequeñas pinceladas, se reflejen algunos de los problemas que nos han tocado vivir, como la corrupción, la inestabilidad laboral o los tratos de favor entre las altas esferas , pero siempre sin perder el punto de vista de la diversión y el buen rollo que destila la propuesta.
¿Buen rollo? Bueno, para el espectador sí, pero lo que es para los personajes… Entre presentadores que se odian entre sí, trabajadores descontentos, invitadas extremadamente gafes, groupies manipuladoras y aprovechadas, divos pasados de rosca y fans obsesivos dispuestos a cometer un asesinato, dentro de la película hay de todo excepto buen rollo.
Pese a la tan cacareada presencia protagonista de Raphael, autoparidiándose de manera genial, la película es en realidad una propuesta coral, donde una decena de historias se entremezclan entre ellas de manera que resulta imposible no conectar con al menos un buen puñado de ellas. Cierto es que cuando se pretende abarcar tanto se corre el peligro de que se profundice en unas más que en otras y eso no siempre es sinónimo de que la destacada sea la que mejor funciona, pero pienso que De la Iglesia ha sabido cogerle bien el pulso a su obra, impidiendo que se le escape de las manos y haciendo que todo encaje con la exactitud del mecanismo de un reloj. ¿Qué nos gustaría conocer más cosas de algunas subtramas? Desde luego. Pero para evitarlo necesitaríamos una película de tres horas. Y no sé si tres horas grabando una gala musical tan casposa como esta no terminaría resultando tan agotador para el espectador como para los propios protagonistas.
Lo que hay que reconocerle al director es que esta vez sí ha sabido cerrar la historia como corresponde, consiguiendo cuadrar el círculo e impidiendo que se le vaya de las manos (y mira que habría sido fácil), dando su pequeño final a todas las historias (algunas mejor que otras, eso sí), y permitiendo que la clausura caiga en los auténticos protagonistas de la función: Raphael, Blanca Suarez y Pepón Nieto.
Con incontables cameos, algunos apenas reconocibles, la película se sustenta en un interminable y brillante reparto cargado de figuras de la comedia nacional. Aparte del cacareado Raphael (que interpreta a su propio reverso: una estrella que se niega a apagarse, tiránica y egomaníaca), el cual sorprende por su vis cómica y satírica,  hay que reconocer el siempre excelente trabajo de Caros Areces como su manager (o más bien esclavo) además de hijo adoptivo ruso (!!), la desternillante parodia que del artista latino de pocas luces compone Mario Casas (un cruce entre Bisbal, Civera y Chayanne) o la siempre destacable Blanca Suarez. Pero aún hay más. Por aquí se enfrentan en una implacable guerra de sexos Hugo Silva y Carolina Bang, coquetea con la ambigüedad sexual Carmen Machi, se burla de la corrupción Santiago Segura… en fin, una lista interminable en la que no hay papel pequeño que se quede sin su momentito de gloria. Y luego está la imprescindible Terele Pávez, por supuesto.
Haciendo hincapié en la banalidad televisiva por la que atravesamos, De la Iglesia demuestra habérselo pasado en grande con esta comedia muy gamberra pero algo menos negra de lo habitual y consigue también que todos los espectadores lo pasemos igual de bien, riendo sin parar al ritmo de las canciones de Raphael (uy, perdón, de Alphonso), de Chayanne (ay no, que es Adanne) y alguna más que se cuela por ahí.
En resumen, un locurón total, entretenido, por momentos desternillante, con tintes de emoción y, desde luego, muy, pero que muy recomendable.

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