lunes, 26 de octubre de 2015

MARTE (9d10)

Para mí Ridley Scott es uno de los más grandes directores que existen. 
Y aunque cuando se hable de él siempre se recuerdan sus orígenes con Alien, el octavo pasajero y Blade Runner no hay ninguna razón para desmerecer títulos como Black Rain, Therlma & Louise, Gladiator, Hannibal o (y yo la defenderé siempre a muerte) Prometheus. Sí es cierto que El Consejero fue para mí tan arriesgada como fallida y que Exodus: Dioses y reyes demuestra en su conjunto la precipitación con la que le obligaron a terminar la obra (por recordar sus dos últimos estrenos), pero quien quería dar por muerto y enterrado a este magnífico realizador va a tener que darse con un canto en los dientes después del estreno de Marte.
Y es que la película basada con bastante fidelidad en la novela de Andy Weir es simplemente abrumadora. Con un guion sencillo pero mejor trabajado que en su último título, Scott se deleita (y nos deleita a nosotros) con sus excepcionales panorámicas por el planeta rojo mientras nos cuenta la epopeya de un astronauta que debe sobrevivir una eternidad en completa soledad hasta que la NASA encuentre la forma de ir en su rescate.
Aunque el chiste fácil (a fin de cuentas de que el protagonista es Matt Damon) sea compararla con Salvar al Soldado Ryan (que manía tiene este chico de perderse y hacer que todos se vuelvan locos para ir en su búsqueda), la película con la que más se la ha comparado es con Náufrago, de Robert Zemeckis. Pero mientras la versión apócrifa de Robinson Crusoe que interpretó Tom Hanks se me antojó insufriblemente aburrida, Marte tiene el enorme mérito de transcurrir en un suspiro, pese a sus 144 minutos de duración. Resulta sorprendente que una cinta que, pese a tener secuencias emocionantes, no sea de acción sobrepase las dos horas y aún parezca breve, mérito que, aun con la buena labor de los intérpretes y el guionista, debe atribuírsele principalmente al bueno de Scott.
Aunque la película está plagada de estrellas (Jessica Chastain, que ha hecho doblete de estrenos en España con La cumbre escarlata, Jeff Daniels, Michael Peña, Sean Bean, Kate Mara, Sebastian Stan, Chiwetel Ejiofor y  Donald Glover, junto a los menos conocidos Benedict Wrong, Mackenzie Davis, Aksel Hennie o Kristen Wiig), el verdadero motor de la acción está en Matt Damon, quien por sí solo soporta todo el peso de la trama principal. 
Él y una discotequera banda sonora encabezada por Abba y rematada (inevitablemente) con el I will survive de Gloria Gaymor (¿quién iba a decir que Waterloo iba a casar tan bien con escenas de supervivencia en Marte?)
 Sin querer entrar en la crítica social ni en un pseudo intelectualismo de baratillo como Interstellar, donde, por cierto, Damon ya malvivía en soledad en un planeta lejano (no habrá que soltar de la mano a este muchacho) ni en reflexiones espirituales más o menos simuladas con Gravity, Scott se limita en Marte a plantear una historia que termina agotando, que emociona en varios momentos cruciales y que invita al aplauso en otros. No consigue que el espectador se quede sin aire bajo la claustrofobia de la escafandra como hacía Cuarón en su film, pero casi.
Marte es un planeta tan enorme como solitario, y todo en la película resuma grandeza. En ocasiones, no vale la pena extenderse en un comentario porque las palabras no podrían alcanzar nunca las imágenes, así que es mejor resumirlo todo diciendo: Id a verla. Si se habían puesto de moda las películas sobre la exploración espacial, Marte es la candidata perfecta para decir la última palabra y compone (con permiso de Atrapa la bandera) un colofón de oro a esa especie de trilogía que podríamos componer de la ciencia ficción contemporánea que completan los filmes de Cuaron y Nolan.
Magistral. Y punto.


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