Aparte
de merecer pasar a la historia del cine como uno de los títulos peor traducidos
en nuestro país (After hours en el
original), Jo, ¡qué noche! es una de
las consideradas “películas menores” de Martin Scorsese, a mi parecer uno de
los mejores directores vivos y que a sus más de setenta años sigue en plena
forma y llenando de genialidad y brillantez cada una de sus películas.
Aunque
ya había estrenado Malas Calles, Taxi Driver y Toro Salvaje Scorsese aún no había logrado ningún gran éxito en
taquilla (solo Taxi Driver funcionó
más o menos bien), hasta el punto que su última película, El Rey de la comedia, pasó casi desapercibida. Así, en 1985, tras
tres años sin rodar nada, el mítico realizador neoyorquino aceptó esta
propuesta sumido en un leve desánimo y embarcado en un proyecto al que no
hacían más que ponerle trabas y que parecía condenado al olvido, su polémica La última tentación de Cristo. Tanto es
así, que durante un tiempo estuvo fuera de After
hours (llamémosla mejor así, ¿de acuerdo?) e incluso la productora llegó a
anunciar a su sustituto, un jovencísimo Tim Burton que había llamado ya la
atención de Hollywood con su cortometraje Vincent.
After hours es una comedia ligera aunque muy negra, con bastante
mala baba, que describe una noche de paranoia y desconcierto en la que el
desdichado protagonista de la historia, un Paul Hackett correctamente
interpretado por el cómico Griffin Dunne, un oficinista de vida triste y
solitaria, se adentra en el barrio de Soho (parece muy significativo que el
director regresara desde Los Angeles a su Nueva York natal dolido por los
problemas que estaba teniendo con La
última tentación de Cristo) tras los pasos de una misteriosa y seductora
mujer, una Rosanna Arquette en estado de gracia (ese mismo año estrenó también Silverado y Buscando a Susan desesperadamente) que consiguió con este título
una nominación a los Bafta y otra a los Independent Spirit como mejor
secundaria.
A
partir del momento en que Paul entra en el apartamento de la inclasificable
Marcy su mundo quedará patas arriba por una serie de acontecimientos a cual más
extraño y surrealista que terminará con muertes, secuestros e intentos de
linchamientos, convirtiendo el barrio de Nueva York (apenas a media hora del
domicilio habitual de Paul) en un submundo propio, en el que el protagonista
queda atrapado sin posibilidad de huida, en una especie de descenso a los
infiernos cargado de locura y paranoia.
Hay
quien ha querido ver en este film algo de desidia en el trabajo de su director,
quizá con la mente más puesta en su futura adaptación bíblica que en el
presente, pero lo cierto es que Scorsese aprovecha esta historia (parcialmente
inspirada en un monólogo del humorista Joe Frank) en un homenaje/parodia al cine de su idolatrado Alfred Hitchcock,
copiando algunos planos a Marnie, la
ladrona y pidiendo, incluso, al compositor de la banda sonora, Howard Shore
que se inspirara en la música de Bernard Hermann.
Siendo
Griffin Dunne lo más justito del film (el actor, visto recientemente en Dallas Buyers Club había cosechado un
gran éxito con Un hombre lobo americano
en Londres y la escena del metro de After
hours se hizo como referencia directa al título de John Landis), el reparto
está nutrido por rostros poco conocidos que terminarían despuntando más
adelante. Junto a la mencionada Arquette y la ya consagrada Teri Garr (sin duda
lo mejor de la obra) podemos encontrar a Linda Fiorentino, Will Patton, Bronson
Pinchot, Catherine O'Hara o John Heard (los dos últimos, curiosamente, unidos
para siempre en la memoria popular por la saga de Solo en casa).
Con
todo, la película contiene una muestra del mejor Scorsese, que ya por aquel
entonces jugaba a su antojo con la cámara mezclando estilos visuales y
desarrollando una narrativa propia, dando forma física a la paranoia y culminando
su noche demencial y casi alucinógena con un magistral traveling final que nos
despierta de la pesadilla y, durante los créditos finales, nos devuelve a la
realidad.
Por
cierto, mención especial para mi amigo Carlos Abreu, protagonista de la recomendación
de este mes, que me ha permitido descubrir a un Scorsese que se me había pasado
por alto y que merece mi agradecimiento.
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