A todos aquellos que proclaman indignados en contra de la burbuja de los
superhéroes, a los que acusan de estar copando las pantallas y agotando un
género (creo sin duda que ya debe ser considerado como tal), les invito a
analizar cuántas películas basadas en cómics se han estrenado en lo que
llevamos de año y cuántos musicales (ese género tan prolífico hace ya cuatro
décadas y que parecía condenado al olvido hasta hace apenas unos años) han
llegado a las carteleras en ese mismo periodo de tiempo. Y es que si tenemos
que hablar de una burbuja en el mundo del cine (seguido muy de cerca por la
peliculillas YA o las basadas en cientos de hadas) sin duda hay que referirse
al musical.
Desde el estreno, hace ya de años, de Mamma
mía!, la que bebe, y mucho, este film, todo parece valer con tal de ganar
dinero con producciones de durante calidad aunque con bonita tonadas, alentados
posiblemente por el auge en televisión de programas tipo La voz, Operación
Triunfo y similares, canteras interminables de ¿actores? dignos de los más pulcros gorgoritos.
En esa línea se mueve Walking on
sunshine, con una historia estúpidamente previsible y plana y unos actores
tan mediocres como carentes de empatía, y cuyas voces tampoco es que sean para
lanzar cohetes (se salva, por razones obvias, Leona Lewis, que como actriz no
vale un pimiento pero a la que se echa en falta más protagonismo en las
canciones).
Tan carente de originalidad es este film que por tener no tiene ni una
línea musical predefinida. Estamos acostumbrados a musicales inspirados en
obras de Broadway, en historia versadas alrededor de un grupo o artista o,
incluso, en las que se crean sus propias canciones. Pero este Walking on sunshine se limita a coger canciones
populares ochenteras de aquí y allá, sin más criterio que el buen rollo que
provocan, y las meten con calzador en medio de una historia de amor adolescente
de vergüenza ajena.
Y si la historia es mala y los actores peores, ¿qué tiene la película que
merezca su aprobado?, os preguntaréis. Pues que desprende lo mismo que las
canciones seleccionadas: buen rollo.
Puestos a copiar, al menos han decidido copiar bien y de Mamma mía!, el referente más claro,
hereda el uso y disfrute de unos paisajes de ensueño (en este caso las bonitas
playa del pueblo de Puglia, en la costa italiana), los actores son todos (tanto
ellos como ellas) insultantemente guapos, y las canciones (ahí están Venus, The
power of love o la propia Walking on sunshine, entre muchas otras)
terriblemente contagiosas.
Así, los directores Max Giwa y Dania Pasquini (dos personas han sido
necesarias para consumar este despropósito, firmando además con el ridículo
apelativo de Max & Dania) consiguen al menos que uno salga de la sala del
cine de buen humor, pese a ser consciente de que la película es mala,
embriagado quizá por el derroche de luz y color, de los hermosos planos que
parecen postales, sonriendo y con las canciones resonando en la memoria.
Y eso, por sí solo, ya constituye un mérito, ¿no?
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