jueves, 28 de mayo de 2015

La recomendación del mes: ¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO?

Reconozco que existe cierta época de cine español que tengo bastante dejada de lado y que hay toda una serie de clásicos que merecen ser recuperados con carácter de urgencia. Por eso, cuando el otro día mi prima Susana me recomendó encarecidamente este título de Narciso Ibáñez Serrador que siempre me ha picado la curiosidad pero al que nunca encontraba tiempo para ella, decidí que era la siguiente película a la que debía dedicar esta sesión semanal del Blog.
¿Quién puede matar a un niño? significó la segunda y última aportación al mundo del cine como director del hombre que sin embargo pasaría a la historia como creador televisivo, con una historia extremadamente angustiante y aterradora, logrando transmitir una perfecta sensación de ahogo y claustrofobia pese a transcurrir en los espacios abiertos de una apacible (y ficticia) isla mediterránea.
Basada en la novela El juego de los niños de Juan José Plans (aunque con ligeros pero acertados cambios en la adaptación) Serrador, autor también del guion aunque firmado en su momento bajo el pseudónimo de Luis Peñafiel, describe la epopeya de una pareja de turistas (ella embarazada del que será el tercer hijo de ambos) que decide embarcarse hacía la fatídica isla de Almanzora de la que el hombre guarda bellos recuerdos de su infancia. Allí, sin embargo, les esperan calles vacías, bares abandonados y un silencio sepulcral, aunque no tardarán en advertir la presencia de diversos niños con terribles intenciones.
Como el propio autor reconoció en su momento, la película tiene claras influencias del cine de Hitchcock, recordando también a otros títulos con niños perversos como El pueblo de los malditos y adelantándose en un par de años a la publicación del relato y posterior adaptación cinematografía de Los chicos del maíz, con las que guarda evidentes similitudes (quién sabe si Stephen King había visto el film antes de escribir su historia), amén de que la música de Waldo de los Ríos recuerda poderosamente al clásico de Polanski La semilla del diablo (con la que comparte además el protagonismo de una mujer embarazada.
Tras un largo y desasosegante prólogo en el que vemos a modo de documental diversos momentos de la historia donde se rebela el cruel sufrimiento de niños indefensos, la historia se desarrolla con una estudiada lentitud, contando con la complicidad del espectador (que va a descubrir antes que la pareja protagonista que la muerte aguarda tras las blancas casas de pescadores de Almanzora), creando una tensión latente que terminará por estallar en una oleada violenta y sanguinaria y que derivará, en boca de uno de los propios supervivientes de la masacre, en la pregunta a la que se refiere el título y que va a suponer el quid de la cuestión.
La definitiva pérdida de la inocencia es reflejada por Serrador de manera brillante en forma de un juego inocente, una simple diversión para los niños que no dudan en disfrutar a carcajadas de cada cuchillada, cada vida adulta arrebatada como implícita venganza de las penurias que la propia sociedad hace pagar a los más desprotegidos.
Una de las grandes virtudes del guion de Serrador es la de no intentar buscar una explicación racional a lo sucedido, algo que sí se apunta, aunque levemente, en la novela. Con una ambigüedad que recuerda precisamente a la del maestro de Maine, Serrador se limita a mostrar unos hechos, dejando a la imaginación del espectador las causas e incluso las consecuencias, más aún tras su desesperanzador y cruel final y tras habernos mostrado instantes antes una de las secuencias más duras que recuerdo en una película, pese a no ser necesariamente sangrienta (y me estoy refiriendo a lo que le acontece a la pareja estando encerrados en un cuarto del hotel, no digo más).
En definitiva, una excelente muestra de cine de terror muchos años antes de que el llamado "cine de género" se pudiera tan de moda en nuestro país, aterrando y acongojando con truculenta escenas pero capaz de crear una insoportable tensión con momentos de sutileza más movidos por lo que se sabe que por lo que se ve.
Ignoro los motivos que llevaron a Narciso Ibáñez Serrador a abandonar el cine por la televisión, pero revisando ¿Quién puede matar a un niño? uno se da cuenta de la gran pérdida que supuso para nuestra filmografía.

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