lunes, 13 de abril de 2015

PURO VICIO (5d10)

Ya escribí en mi cuenta de twitter, al poco de terminar de ver la película, que necesitaba dejar pasar algo de tiempo hasta averiguar si Puro vicio me había gustado o no. Unos días después me mantengo en la tesitura.
Qué duda cabe que hay algo en el cine de Anderson hipnótico y adictivo, que te atrapa con fuerza y te mantiene enganchado a la historia, por más que no tengas claro en ningún momento cuál es esa historia. Protagonizada por un Joaquin Phoenix tan desesperadamente pasmoso como es habitual en él (aunque en esta ocasión tiene algo que lo hace más soportable), la película se nutre de un buen nombre de ilustres secundarios que dan algo de brillo a la trama, posiblemente debido a simples tratos de colegueo o porque participar en una película de Anderson siempre queda bien en el currículo, por más que sepas que el público te va a amar u odiar por ello.
Efectivamente, es común encontrar entre los conocedores de la filmografía de Paul Thomas Anderson (y en especial de sus trabajos más recientes) gente que lo eleve a los altares con la misma facilidad que lo pueden pisotear por el barro, incluso entre los miembros del sagrado CSI que pueden puntuar la película tanto con rotundos dieces como con orondos ceros. Yo mismo me sentí así con la última película del peculiar realizador, en la que ya estaba Phoenix, The Master, para mí una de las peores obras del 2013 (amén de una de las primeras críticas aparecidas en este blog) y que ha sido, sin embargo, alabada por doquier.
No me sucede lo mismo con este Puro Vicio, cuyos sentimientos me hacen permanecer en un indefinido punto intermedio. No siendo tan visualmente llamativa como alguno de sus carteles parecían insinuar pues,francamente, me esperaba una fotografía más cercana a la de Spring Breakers de Harmony Korine o Sólo Dios perdona, de Nicolas Winding Refn, de las que Anderson prefiere distanciarse, el director centra el efecto alucinógeno correspondiente al uso y abuso de drogas diversas (aunque los porros se llevan la palma, siendo los verdaderos protagonistas del film e invitando a que nos preguntemos cuantos se habrán fumado los propios Anderson y Phoenix durante el rodaje para cuadrar semejante historia) para transmitir lo mismo mediante la propia narrativa.
Concebida como una película de cine negro al uso, con sus femmes fatales y su voz en off incluida, pronto nos damos cuenta de que nada es lo que parece, que lo real y lo imaginado se confunden constantemente hasta llegar a desconcertarnos totalmente. Deduzco que la intención de Anderson es la de introducirnos en la mente del protagonista y que nos sintamos tal y como se siente él, pero no cuenta con que el público acostumbra a acudir a la sala del cine lo suficientemente lúcido como para transformarse de manera absoluta en la mente de Phoenix, con lo cual posiblemente la película mejoraría si el propio espectador acudiese a su visionado tras fumarse un par de canutos primero.
Demasiado etérea y dispersa como para aplaudirla, Puro Vicio está lejos de ser la obra maestra que se le suponía (hace unos días, antes de verla, yo mismo me extrañaba de su ausencia en las nominaciones importantes de los pasados Oscars, de lo cual me retracto ahora), con un argumento que va dando tumbos constantemente y que culmina en un desenlace disperso y poco aclaratorio, amén de redondear un metraje algo excesivo. Tampoco puedo, sin embargo, suspenderla cuando contiene algunos pasajes francamente divertidos, sabe mantener el interés en todo momento y muestra algunos recursos narrativos ciertamente acertados, aparte de la interesante (y en algún caso concreto incluso surrealista) aportación de ciertos secundarios, en concreto un desatado Martin Short o un sobrio Owen Wilson, aunque por ahí también pululen, entre otros, Benicio Del Toro, Josh Brolin, Eric Roberts o Reese Witherspool.
Quizá la mejor definición del film sería la de desconcertante, capaz de alternar grandes aciertos con momentos sumamente absurdos y que, aparte de contar con los tics habituales del cine de Anderson uno sale de la proyección con la sensación de no saber que nos ha pretendido contar el director californiano, aunque habiendo pasado un rato al menos interesante.

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