lunes, 2 de febrero de 2015

PROJECT ALMANAC (4d10)

Existen películas sobre las que uno ya puede hacer una valoración antes incluso de entrar a verlas. Sé que esto puede sonar muy poco profesional, pero por desgracia son casos en los que rara vez se lleva uno a desengaño.
En este caso, sin embargo, por más que uno pueda ir mentalizado a ver una basura de película no es fácil evitar el sentirse enfadado al llegar el momento de los títulos de crédito finales. Y no me refiero de un enfado referente a su baja calidad, a la ausencia de actores con un mínimo de talento o a los múltiples errores de su guion, no. Uno se siente enfadado porque es posible adivinar lo que la película podría haber llegado a ser y sólo la dejadez de sus artífices se lo han impedido.
La película trata de unos chavales (tres amigos cerebritos y, por lo tanto, socialmente marginales, la hermana de uno de ellos y la guapa del insti) que descubren los planos para construir una máquina del tiempo y se dedican a viajar al pasado para mejorar sus vidas. Curiosamente, pese a nombrar a lo largo del film muchas referencias cinematográficas del género (aunque ninguna con un mínimo rigor científico, vaya cutrez de gafapastas) no han tenido en cuenta el consabido efecto mariposa y cada viaje alterará gravemente el presente al que regresan.
Dicho así puede parecer mínimamente interesante, y vista la puesta en escena, aceptando ya la limitación actoral de los protagonistas, uno podría imaginar lo que se habría podido hacer con esta historia en los 80’ dejándola en manos de cualquier director de la escuela Spielberg o, incluso en la actualidad, siguiendo el estilo que ya demostró Abrams en la magnífica Super 8
Pero para empezar, estamos ante un nuevo ejemplo de found footage o grabación subjetiva cámara en mano, que en los films de terror del montón suele emplearse para reducir costes al máximo pero cuya excusa aquí sólo sirve para disimular la incompetencia y cobardía de un director inepto que ni con el agotado recurso este logra saber dónde debe poner la cámara.
En segundo lugar, el análisis de la juventud que se solía ofrecer en las películas antes mencionadas es sustituido aquí por descerebradas muestras de juerga desenfrenada que, quitando la insostenible historia de amor entre el cerebrito mayor y la guapa (¡toma ya!), demuestra lo patética y lastimera que es la vida para una generación que solo parece saber relacionar la diversión con el desfase.
Al final, la historia concebida por Andrew Deutschman y Jason Pagan (es su primer guion y ya han vendido una secuela más de Paranormal Activity, estos no aprenden) termina por írseles de las manos, confiriendo a algunos personajes reacciones que poco o nada casan con lo que sabíamos hasta ahora de ellos, con alguna incoherencia insalvable (es lo que tiene esto de las paradojas temporales), y obligando a que el espectador esté más pendiente de tratar de comprender por qué en situaciones como que a uno le persigue la policía o cuando se está teniendo una conversación supuestamente íntima hay siempre una cámara grabando.
En definitiva, que la película como tal no puede decepcionar demasiado vistas las escasas expectativas que ofrecía pero es triste salir de un cine dándose cuenta de cuanto se echa de menos a los Dante, Donner, Marshall o Zemeckis, directores que marcaron a una generación y en una época que ya no ha de volver… aunque se los necesite mucho.

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