domingo, 1 de febrero de 2015

AUTÓMATA (6d10)

Que el cine español es mucho más que películas sobre la Guerra Civil y comedias con tetas y travestis creo que es algo que ya hemos superado todos hace mucho tiempo. 
Sin embargo a ciencia ficción, debido sobre todo a la falta de recursos, sigue siendo un género escaso en nuestro país, con Acción mutante casi como único referente digno. Desde entonces, solo se pueden encontrar casos desquiciante como aquella Supernova que protagonizó (es un decir) Marta Sánchez, las dos incursiones en el género de Nacho Villalongo (Los Cronocrímenes y Extraterrestre) cuya falta de presupuesto la alejan del imaginario popular en el mundo de la CiFi y con la flojita EVA como más reciente muestra de que en casa también podemos hacer efectos especiales que luzcan como los mejores, aunque en esta ocasión concreta la trama era lo que más flojeaba.
Ha sido el propio Antonio Banderas quien, al recibir el guion de Gabe Ibánez, decidió apostar por esta historia, produciéndola e interpretándola y consiguiendo para ella, además, algún que otro actor de renombre para subir el listón de la apuesta.
Con claras referencias a Philip K. Dick, H.G. Wells y, sobre todo, Isaac Asimov, Autómata nos presenta un futuro distópico donde las tormentas solares han diezmado a la gran mayoría de la humanidad y una rudimentaria especie cibernética se emplea de los trabajos más duros. Con una estética muy cercana a Blade Runner, Banderas interpreta a un agente de seguros de la compañía ROC robotics, responsable de los autómatas, llamado Jacq Vaucan decididamente parejo al Rick Deckard de Harrinson Ford, que deberá abrir su mente para llegar a conocer y comprender a los androides, seres inteligentes capaces de evolucionar y tener deseos de libertad inicialmente impensables para una máquina.
Entretenida y visualmente muy atractiva, la mezcla de tantos referentes tanto cinematográficos como literarios termina por perjudicar a la película, a la que se le echa en falta algo de personalidad y cuya tensión narrativa decae al alejarse los protagonistas de la ciudad e iniciar su travesía por el desierto (una referencia bíblica en este caso), perdiendo así su magnetismo y contagiando al espectador del tedio que parece embargar a los propios personajes.
Desconozco en que pensaba Ibáñez, en su segunda aventura como director, al concebir esta historia, pero casi puede uno imaginarse un brainstorming formado por frikis rescatados de una convención de Ciencia Ficción empeñados en meter cada uno su referente preferido, no faltando ni los toques de Spielberg de I.A., de Cameron y su Terminator o ese final tan abiertamente desconcertante robado sin tapujos a Cormac McCarthy.
Poco más se puede sacar de un film que pretende ser reflexivo e intimista pero cuyos mayores aciertos están en la atmósfera sucia y mortal de la ciudad que nunca debería haber abandonado, con un Dylan McDermott que cumple en su papel de villano y unas Melanie Griffith y Birgitte Hjort Sørensen como damas del film que cumplen sin molestar.
Quizá el pero principal que se le pueda poner a la película es que se queda corta en su apuesta cuando contaba con los medios de haber sido una gran película que impulsara, de una vez, el género futurista en España, aunque cuanto menos debe aplaudirse la valentía de quienes lo han intentado. Sólo así llegaremos a lograrlo.

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