sábado, 17 de enero de 2015

PADDINGTON (6d10)

Reconozco haberme presentado ante esta película con cierto escepticismo, esperando encontrarme una tontada muy grande destinada simplemente a un público infantil al que, como suele ser habitual, se trata como a tontos y no como a niños. Sin embargo, y dejando claro que sí, es una película infantil y no tiene más pretensiones que entretener a los críos con un oso que habla, algo hay tras ella que me transmite más inteligencia que muchos productos de más altas pretensiones.
Paddington es el protagonista de una popular saga literaria creada por Michael Bond, que se inspiró en un oso de peluche que vio en una tienda de la estación de tren de Paddington. Retroalimentándose de la realidad, el escritor concibió la historia de un osezno de una peculiar especia peruana que llega a Londres en busca de un hogar y es acogida por la familia Brown, enternecidos (al penos parte de ella) ante la simpatía y educación del osezno parlante y al que bautizan con el nombre de la estación en la que lo encuentran.
Convertido en un icono más de los muchos que representan la cultura británica, resultaba extraño que la industria del cine hubiese tardado tanto tiempo en poner sus ojos sobre él, siendo lógico que estuviese tras ella David Heyman, productor de la saga Harry Potter, el otro gran referente literario infantil de Gran Bretaña.
Con un reparto correcto donde no falta el obligado toque de glamour para el papel de villano (que en esta ocasión ha recaído sobre una poco esforzada pero divertida Nicole Kidman), la historia no pretende ser nada del otro mundo, la clásica historia de meteduras de pata divertidas y desastrosas que terminarán por desquiciar al cabeza de familia, el toque emotivo con la búsqueda de un  hogar para el desamparado osito, la moralina final en pos de la confraternación familiar y una trama algo absurda donde la Kidman ejerce de una sofisticada Cruella de Vil obsesionada con capturar y disecar a Paddington.
Con todo, la trama funciona correctamente, con momentos muy divertidos alternándose con algún otro algo tópico y que recuerda demasiado a productos típicos de John Hughes y Chris Columbus, pero sin llegar a aburrir en ningún momento, logrando la ternura necesaria para esta especie de “peluche” que habla y con unos efectos digitales brillantes que dan vida con gran efectividad al animalillo. Pero lo que más hay que destacar de la película (y lo que me provocó una agradable sorpresa) es el trabajo de su director, Paul King, apenas conocido a nivel internacional, que otorga al film una pericia visual inédita en el cine infantil y que recuerda por momentos al estilo de Wes Anderson, consiguiendo una ambientación exquisita que saca el mejor partido posible a la ciudad de Londres en general y al Museo de Ciencias Naturales en particular (muy por encima que en la reciente Noche en el Museo 3) y con una transición de planos y unas fusiones muy imaginativas y espectaculares.
Así, Paddington se convierte en una película navideña (pese a su estreno tardío e España) entrañable y aplaudible tanto para pequeños como mayores, con más cualidades de las que se podrían esperar de un producto de estas características.

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