martes, 20 de enero de 2015

La recomendación del mes: LA NOCHE AMERICANA.

La noche americana es una técnica cinematográfica que consiste en emplear una serie de filtros de color para poder rodar una escena a plena luz del día y que, sin embargo, parezca que transcurre de noche. Es así como se filma la escena más importante de la película ficticia Je Vous Présente Paméla, y es por ello que da título a la película de François Truffaut donde describe el accidentado rodaje de la misma.
Posiblemente estaréis pensando que cómo es posible que alguien que lleva la palabra cinéfilo en su nombre no hubiese visto hasta ahora este clásico del cine francés ganador de multitud de premios entre los que se incluye el Oscar a la mejor película de habla no inglesa de 1973. ¡Pero si es un Truffaut!, me gritaréis. Pues así son las cosas, nunca tuve la oportunidad de verla (en parte porque me cuesta mucho ver cine fuera de las salas de cine y con dos añitos mis padres no tuvieron a bien llevarme a ver el estreno) y la he recuperado para inaugurar esta nueva sección dentro de El Panda Cinéfilo que consiste, como ya había anunciado, en comentar alguna película que ha sido recomendada por alguno de mis lectores y que, por el motivo que fuese, yo no había llegado a ver en su momento. En este caso, la recomendación viene de parte de mi buen amigo Ismael y tiene el privilegio de inaugurar la sección ya que fue precisamente él el primero en apuntarse como seguidor del blog.
La noche americana cuenta, pues, la vicisitudes del rodaje de una ambiciosa película francesa, un drama romántico ambientado en Niza pero en la que participan actores afincados en Hollywood y con capital británico de por medio. Esto le confiere casi un aspecto de producción internacional con los consecuentes problemas que ello acarrea: tensiones con el seguro, ajustes de presupuesto, prisas en el rodaje. Para el joven director del film, un Ferrand interpretado por el propio Truffaut, es una oportunidad de oro para lanzar su carrera, pero también supone una gran presión, obsesionado como está por los grandes clásicos del cine y temeroso de no estar a su altura.
El rodaje de la película, que trata sobre una joven que, en plena crisis de su matrimonio, decide fugarse con el padre de su esposo, está plagado de mil y un problemas, la mayoría relacionados con los actores: tenemos una actriz veterana con problemas con el alcohol, un joven actor impetuosamente movido por sus sentimientos (y que es abandonado por su novia en mitad del rodaje), la actriz joven, emocionalmente inestable, algún embarazo no anunciado…
Todos estos conflictos reales se van intercalando con las circunstancias del guion del rodaje, consiguiendo así Truffant un impecable ejercicio narrativo en el que se muestran las interioridades del mundo del cine, destripando parte de la magia de los rodajes y mostrándonos la cara más real y menos glamurosa del mundo del cine.
Posiblemente vista a día de hoy no resulte tan sorprendente como en su momento, acostumbrados como estamos ya a ver películas que tratan de “cine dentro del cine”, con títulos como El juego de Hollywood, Ed Wood, Mi semana con Marilyn y mil ejemplos más que desentrañan los conflictos (reales o imaginarios) de un rodaje, pero aun así la película de Truffant se mantiene vigorosamente actual, mostrando con frescura e ingenio esas intimidades y alternando momentos de comedia (el plano imposible de rodar porque la actriz confunde constantemente la puerta de un armario con la de la habitación) con situaciones dramáticas y desnudando, con aparente facilidad, a una serie de personajes que, sin perder apenas tiempo en desarrollarlos, llegamos a conocer a la perfección.
Quizá ese es el principal acierto de Truffant, ofrecernos una película suficientemente compleja como para no presentarnos la historia ya mascada, haciéndonos entrar en ella con la sensación de que la pillamos ya empezada y con una serie de personajes a los que nos puede costar ubicar. Consigue así que seamos un miembro más del equipo y que debamos ponernos las pilas para no quedarnos atrás en la historia –tal y como les sucede a ellos mismos, cuyos días de rodaje se van acortando por exigencias externas- para, finalmente, acabar considerándonos como parte de la familia del cine.
Podría no ser la mejor película de Truffant, pero sí un ejercicio altamente recomendable, y mucho más para aquellos que, como yo, amamos el cine y sabemos entender que se trata de algo más que, simplemente, una serie de imágenes reflejadas sobre una pantalla de tela.

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