lunes, 13 de octubre de 2014

SITGES 2014. LA NIT + ZOMBIE.

Llega por fin uno de los momentos más esperados, una de esas maratones donde la hipotética calidad de las proyecciones queda en segundo plano en pos de un buen puñado de horas de sangre y vísceras que consigan mantener a la audiencia despierta y con ganas de aplaudir cualquier chorro escarlata que empape la pantalla.
Seguimos de enhorabuena con las producciones australianas, ya que la velada comienza con el corto A base de agua, que nos presenta en persona su ilusionado director, con un punto de partida tan desquiciantemente sitgetano como la aparición de un canguro zombie.
Continúa la noche con otro corto, Zero, que pretende ofrecer una mirada sería y dramática al tema. Sinceramente, para aburrirnos viendo gente apenadas alrededor de un muerto viviente ya tenemos la segunda temporada de Walking Dead.
Y entre aplausos y vítores empieza la maratón en sí con la esperada Wyrmwood, otra vez desde Australia, que ha sido definida como una especie de Mad Max con zombies. Tras un brote de una epidemia que transforma a la gente en caníbales, Barry trata de atravesar el país junto a otros supervivientes en busca de su hermana sin saber que ella es prisionera del ejército para ser sometida a experimentos y análisis de clara inspiración nazi. No será un alarde de originalidad, pero responde a lo que el público espera de ella, con un héroe torturado que arrasa con todo para salvar a su hermana, golpes de humor muy salvajes, mucho cachondeo, cabezas reventada y algún que otro momento cumbre que provoca aplausos entusiastas en las gradas.
Muy esperada también era la francesa Goal of the death, de la mano de los productores de La Horda, una curiosa historia que mezcla la pasión a veces irracional de un partido de fútbol con una masacre zombie. Desquiciante y surrealista por momentos (con alardes imaginativos como cabezas explotando a cámara lenta al estilo Matrix), la película tiene en su contra el estar dividida en dos partes, como un partido en sí, con sus respectivos (e interminables) títulos de crédito, lo cual, añadido a las horas intempestivas, corta bastante el ritmo. Además, como sufriera con la también inicialmente original mini serie Dead set, al superar el ecuador del metraje el tema futbolístico pierde su fuerza y la cosa deriva en una epopeya zombie al uso, bien filmada y con toques de calidad, pero sin ofrecer nada nuevo. De más a menos, temo que termina decepcionando un poco con respecto a las perspectivas que ofrecía.
Y cuando las fuerzas comenzaban a desfallecer y temo estar a punto de perder la batalla contra mi fuerza de voluntad comienza la tercera protección y el contener nombres conocidos en su reparto me invita a resistir un poco más. 
Y a Dios gracias, pues Life after Beth ha resultado ser de lejos la mejor de la noche. Sin duda se trata de la menos cachonda, gore y friki de todas, aunque algo de las tres cosas tiene, pero posee además una sensibilidad y una emotividad poco dada a este género.
Concebida como un drama adolescente indie, Life after Beth podía ser el reverso serio y romántico de Burying the ex, pues ambas parten de la misma premisa: una chica muere y regresa de la tumba para poder continuar su vida junto a su enamorado. Aquí entran en juego los padres de ella, que empeñados en que se trata de una milagrosa resurrección (no quieren saber nada de la palabra zombie) piensan que retenerla encerrada en casa bastará para que la vida vuelva a ser normal para todos ellos.
Destacando el enfrentamiento entre los brillantes John C. Reilly y Dane DeHaan, la película alterna momentos dramáticos de extrema dureza con situaciones tan desquiciantes como divertidas, siempre con inteligencia, consiguiendo que la trasnochada haya valido la pena.
Y ahora sí, a dormir un poquito que son ya las siete y media de la mañana del domingo y llevo desde las diez del viernes en pie. Y en unas horas, la maratón sorpresa.
Mañana os cuento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario