martes, 8 de julio de 2014

JUNTOS Y REVUELTOS (4d10)

Juntos y revueltos es el título de la última estupidez de Adam Sandler, ese tipo que se cree gracioso pero no lo es y que cada año con tortura con alguna comedia al uso, todas cortadas por el mismo patrón, que representa con total cara de pasmo y sin el más mínimo recurso interpretativo.  Y a los que vayáis a odiarme por criticar tan duramente a un tipo que (de forma incomprensible) es idolatrado por muchos, recordad simplemente los batacazos que se ha pegado cada vez que ha intentado hacer algo ligeramente más serio, como En algún lugar de la memoria o Hazme reír.
A su lado está Drew Barrymore, esa actriz totalmente desubicada que lo mismo pretende ser una sexy chica de acción como en Los Ángeles de Charlie como una estrella del cine romántico sin llegar a cuajar en ningún sitio, de manera que no es ningún referente para las generaciones más jóvenes mientras que para las más veteranas siempre será, simplemente, la niña de ET.
Ambos coinciden después de haberlo hecho ya en 50 primeras citas y, francamente, viendo el carrerón que ambos llevan y la extraña pero reconocible química que hay entre ellos no me cabe la menor duda en que volverán a hacerlo en un futuro próximo.
En la película que toca interpretan un padre viudo y una madre divorciada que nada más conocerse se odian a muerte y que cualquiera que sepa algo de cine sabe que van a acabar enamorados. La excusa para que estén obligados a encontrarse constantemente es un viaje a un resort en África (un resort de cartón piedra que más que un hotel parece Disneylandia) donde casi se puede adivinar lo que va a suceder antes de que ocurra.
No es que la previsibilidad sea lo peor de la película, desde luego, ya que tampoco vamos a pedir milagros y las comedias románticas tienen unos esquemas de los que es muy difícil salirse (me viene a la memoria (500) días juntos y poco más), lo peor es que la mayoría de la película no tiene nada de gracia, los chistes son zafios y la mayoría de las escenas absurdas e incomprensibles. Baste decir que al final ellos dos resultan ser lo mejor de la función, ya que les rodean un elenco de secundarios insoportable (el clásico matrimonio donde ella es una rubia tetona tonta, el omnipresente guía-mayordomo o lo que sea del hotel o un grupo musical que podría haber dado mucho juego y en lugar de ello son espantosamente insoportables) en una historia que arranca espantosamente mal y que solo a partir de la mitad del metraje, cuando se dejan de tanto sketch trillado y ahondan en la ternura y la sensibilidad de sus historias, te permiten simpatizar algo con los personajes y comienzan a invitarte a, por lo menos, sonreír levemente.
Curiosamente, lo que mejor funciona de la película (y esto es una prueba de lo fallida que es) son los momentos dramáticos, referentes a la muerte de la esposa de Sandler o al espantoso y egoísta padre que resulta ser el exmarido de Barrymore (Joel McHale, el Jeff Winger de Community). Que la escena que recuerdo con mejor agrado de una comedia absurda como esta sea a Drew Barrymore cantando a las hijas de Sandler Somewhere over the rainbow, el tema de la película preferida de la fallecida madre y esposa dice poco a favor de la producción.
Con todo, y a pesar de sus muchos errores y momentos bochornosos, la película logra distraer levemente y provocar algún momento de complicidad, logrando hacia su final alzar mínimamente el vuelo, o al menos lo suficiente como para estar por encima de otras obras recientes de Sandler como Niños Grandes 2 o, sin ir más lejos, la reciente comedia estúpida de No hay dos sin tres.

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