domingo, 18 de mayo de 2014

ROMPENIEVES (SNOWPIERCER) * (8D10)

Resulta cuanto menos curioso de que los dieciséis estrenos que hubo el pasado fin de semana fuese precisamente el de mayor calidad el que no tuve que ir a ver al cine. Y es que aparte de lo espantosamente mal que se ha estrenado en España (y ya empieza a aburrir el tema) resulta que el mismo viernes del estreno se realizó un pase televisivo por Canal +. Y luego se quejarán de que la gente va poco al cine…
El caso es que Snowpiercer (o Rompenieves, que es como se ha llamado por aquí, que para una vez que traducen un título literalmente me parece hasta raro y todo) es una brillante película de Joon-ho Bong, un director de cine norcoreano que, sin abandonar totalmente la identidad de la cinematografía clásica de su país, denota una clara admiración por el cine americano (como sería también el caso del francés Luc Besson), como demostró ya con su anterior y exitosa The Host.
Rodada prácticamente en inglés y con un reparto lleno de caras conocidas del cine más comercial estadounidense (lo que hace más inexplicable su mala distribución), Rompenieves es una fábula futurista en la que mundo se encuentra congelado y los únicos supervivientes son los afortunados pasajeros de un tren autosuficiente que circula constantemente por un recorrido alrededor del mundo.
Este planteamiento de ciencia ficción que adapta un comic de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette no es más que una mera excusa para realizar una metáfora sobre las diferencias sociales y la situación política y social del mundo globalizado en el que vivimos. Lejos de plantear una obra sesuda y meditabunda que invite a la reflexión calmada y dejando un final abierto libre de interpretaciones, Joon-ho Bong prefiere ser contundente y no andarse por las ramas. El mensaje es tan claro como evidente y no hay sutilezas que valgan para ver los bruscos cambios en el estilo de vida entre la clase alta y la baja.
Como ya no hay norte ni sur, arriba ni abajo, la pobreza se sitúa en esta ocasión en los vagones de cola, donde un atajo de harapientos y muertos de hambre malviven de la “caridad” de los de delante en unas condiciones paupérrimas que les invitan a tratar de rebelarse con la esperanza de alcanzar la máquina del tren –donde se encuentra el constructor del mismo, Wilfort, al que se reverencia como a una deidad- por más que en los diecisiete años que han transcurrido desde la congelación global ya han habido tres rebeliones que culminaron en fracaso.
La diferencia es que esta vez Gilliam, el anciano líder de los vagones de detrás, tiene puestas muchas esperanzas en el joven y determinado Curtis.
Chris Evans, todo un experto en esto de adaptar comics, se pone en la piel de Curtis, consiguiendo una de sus mejores interpretaciones, alejadas del elegante heroísmo Marvel y con unos destellos dramáticos muy convincentes, estando brillantemente secundado por John Hurt (al que siempre se recordará por Alien aunque su filmografía es tan extensa como brillante), Jamie Bell (inolvidable Billy Elliott que en breve repetirá en esto de las adaptaciones con la polémica Los 4 Fantásticos), Tilda Swinton (la bruja de Narnia recientemente vista en Gran Hotel Budapest) y, inteligentemente elegido, Ed Harris, en el papel de Wilfort, en un divertido paralelismo con el personaje de gran controlador que ya recreara en El show de Truman, aparte de dos fijos en la carrera del director como son Kang-ho Song y Ah-sung Ko.
Como si se tratase de un videojuego, cada puerta de vagón conduce a un mundo diferente, a un paso más hacia la gloria para este pueblo oprimido que sólo esperan escapar de la dictadura de un poder que los está asfixiando.
Visualmente impecable, Snowpiercer es dura, violenta y despiadada, con mucha amargura pero un humor irónico y doloroso cuando conviene (tomen como ejemplo la escena del colegio), con vagones imposibles de dimensiones variables según la opresión que pretendan demostrar y con un solo punto débil, como son las hermosas pero evidentemente digitalizadas imágenes exteriores, paisajes blancos e infinitos donde la mano del ordenador se nota demasiado. Y es que aunque estemos ante la película más cara de la historia de Corea del Norte, cuarenta millones de presupuesto es una nimiedad si se busca un resultado visual al estilo hollywoodiense.
Con todo, Snowpiercer es una gran película que merece la pena disfrutarse pese a la incomodidad de su mensaje y cuyo final dejará a más de uno desencajado.

Otra gran obra que el espectador de cine en España se va a perder por culpa de los de siempre…


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