lunes, 31 de marzo de 2014

ENEMY (3d10)

Basada en la novela “El hombre duplicado” del portugués José Samarago, el director canadiense Denis Villeneuve ha recurrido al español Javier Guillón para que le confeccione un guion a su medida en la que también metió mano, aparte del propio director, el protagonista, el californiano Jake Gyllenhaal (como ven, una ficha técnica muy internacional). Tras el éxito de público y crítica de Prisioneros, actor y director han decidido repetir colaboración para completar esta inquietante película que ya pasó por el ya lejano festival de Sitges y que llegaba precedido de enarboladas críticas.
La base de la película es tan sencilla como inquietante. Un profesor universitario, Adam, con una vida anodina y vacía, ve un día una película que le recomienda un compañero y se sorprende al descubrir entre el elenco de secundarios a un actor idéntico a él, Anthony. Obsesionado con la existencia de este doble suyo comenzará a investigar hasta conseguir localizarlo y organizar un encuentro.
La película arranca con una escena perturbadora y desconcertante, logrando descolocar al espectador para regresarlo a la realidad con la violencia de una bofetada enseñándonos la monotonía de Adam (hasta el sexo con su novia es monótono) y consiguiendo que sintamos tanta curiosidad como el propio protagonista con la existencia del tal Anthony. Empieza entonces un complicado rompecabezas con intercambio de papeles entre Adam y Anthony incluido con lo que ello representará para sus respectivas parejas, Mary (Mélanie Laurent) y Helen (Sarah Gadon). Pulula también por ahí la madre de Adam (o de ambos, vaya usted a saber), una desaprovechada Isabella Rossellini).
Todo en esta película es extraño. Lejos de estar ante un thriller de ritmo trepidante Villeneuve prefiere ofrecernos un tempo lento, acompasado, haciéndonos partícipes del desconcierto del protagonista e invitándonos a proponer nuestras propias teorías ayudados por detalles con cuentagotas que van surgiendo como miguitas de pan durante el metraje: una especie de club sexual exclusivo, las respuestas enigmáticas de la madre, la actitud de la esposa embarazada… Un camino de posibilidades infinitas que pueden variar desde la clonación, la posibilidad de que sean hermanos o el simple desdoblamiento de personalidad. Todo cabe en un abanico de especulaciones donde lo importante es indagar sobre el concepto de la identidad y, sobretodo, confundir al atrapado espectador en una incomprensible sucesión de hechos que derivarán en…
¡Eh! ¿No pensarían que les voy a revelar el final, verdad? Pues no lo haré. Pero no por miedo a chafarles la sorpresa y fastidiarles el visionado con spoilers sin indicar. No, qué va. No lo haré porque no lo tiene.
A medio camino entre el supuesto trascendentalismo de Terrence Malick y el caos visual y sin sentido de David Lynch, la mejor manera de definir Enemy es decir que se trata de, y perdonen ustedes mi vulgaridad, una paja mental del Villeneuve de las narices, que tras hora y media de escenas anodinas y sosas que uno aguanta con la simple esperanza de terminar entendiendo algo te arrea un puñetazo en los morros en forma de créditos finales y se queda tan pancho. No es que sea un final ambiguo y abierto a la interpretación, como sería el caso de Origen, por ejemplo, es más bien que el colega se ha reído de todos los que hemos pagado la entrada y nos ha hecho perder noventa minutos de nuestra vida con una colección de situaciones incomprensibles que al final resultan no llevar a nada.
No está del todo mal Gyllenhaal, tan soso como siempre cuando es Adam pero algo más inspirado en su papel de Anthony, pero su interpretación no justifica el despropósito y la tomadura de pelo que me pareció esta película, cuyos elogios me resultan incomprensibles y que, quizá, leyendo antes el libro o con un segundo visionado, pueda llegar a entender algo, pero que no me voy a molestar en hacer.

Interesante mientras se ve, espantosa, tras su conclusión, no soy amigo de la violencia, pero si alguien se cruza por la calle con el señor Villeneuve, por favor, denle un buen bofetón de mi parte. Y si pregunta por qué, se le echa la culpa a su doble y tan anchos…

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