domingo, 30 de marzo de 2014

DALLAS BULLERS CLUB (5d10)

Se esperaba con muchas ganas el último coletazo de los Oscars de este año, con tres estatuillas en la saca y dos de ellos de los gordos, a los actores. Pero una vez vista la sensación que queda es de decepción. Decepción porque ni es tan buena película (de hecho no alcanzo a comprender que estuviese nominada a mejor film) ni las interpretaciones de sus actores son tan majestuosas. No está Matthew McConaughey a la altura del DiCaprio de El lobo de Wall Street, pero –si apuramos- tampoco está a la altura del propio McConaughey de la susodicha película. Tanto es así que son muchas las voces que acusan a la academia de o haber visto esta película y haber votado por McConaughey debido a su excelente trabajo en la serie revelación de la temporada: True Detective. Que cada uno saque sus conclusiones.
Por cierto, en El lobo de Wall Street, película que retrataba fielmente una historia real, se refieren a Jordan Belfort como un pez pequeño en el océano del mundo de la bolsa. Pues bien, el Ron Woodroof al que da vida McConaughey en Dallas buyers club (también basada en un personaje real, pero con muchas más licencias) podría ser la otra cara de la misma moneda de Belfort, y su película una versión sucia y desagradable de las andanzas del descontrolado brooker.
Woodroof es un crápula del mundo de los rodeos, estafador de poca monta y mujeriego y drogadicto por igual. Cuando se le detecta casi por accidente que está infectado de SIDA –estamos en la época en que se pensaba que era una enfermedad exclusiva de homosexuales- comienza a tratarse con AZT, pero la falta de existencias y la poca esperanza de vida que le dan los médico le lleva a traficar para conseguir dicho medicamento, terminando por experimentar con alternativas más naturales y fundando un club que flirtea con la ilegalidad con gracia, en el que sus socios pagan grandes sumas sólo por pertenecer al mismo pero que a cambio reciben medicamentos contra el SIDA gratis.
No voy a obviar las virtudes de la película, que las tiene, ni las buenas interpretaciones (sobre todo destaca Jared Leto –curiosamente la parte de la película que es ficción-, aunque Jennifer Garner también está bien) ni los apuntes a crítica contra la industria farmacéutica que se echaba en falta en Efectos Secundarios de Sodelbergh, aunque tampoco es que profundice demasiado en ello. El principal problema es que el protagonista es un tipo bastante despreciable y, por más que su personaje termina evolucionando mínimamente, no resulta fácil simpatizar con él, provocando que nos de igual si vive o muere. Sólo su relación con Rayon (Leto) ayuda a avanzar al personaje, pero un suceso que no voy a revelar ahora vuelve a distanciarnos con él. Esa era una de las mayores virtudes de DiCaprio en su interpretación de Belfort, que conseguía enamorarnos con un personaje a priori digno de repudiar, y lo hacía además sin más arma que su talento y su carisma (y ya me perdonaréis que reincida tanto en la comparativa entre estas dos películas, pero sigo indignado con la ausencia de una estatuilla dorada para Leo) mientras que el muy buen trabajo de McConaughey se ayuda demasiado de una excelente caracterización aparte del impresionante cambio físico que el propio actor ha perpetrado (muy meritorio, pero que nada debería tener que ver con su valoración como actor), con ciertas semejanzas con Tom Hanks en Philadelphia o con las continuas (e insanas) transformaciones de Christian Bale.
El director canadiense Jean-Marc Vellée muestra buenas maderas, pero es quizá demasiado inexperto para conseguir mantener el ritmo correcto, de manera que la historia se alarga en exceso llegando a resultar aburrida en ciertos momentos, mientras que se muestra ligeramente acomplejado a la hora de mostrar escenas de sexo o de consumo de drogas tratando no ofender demasiado (algo que nunca ha preocupado a genios como Scorsese o Tarantino), mientras que la dureza de la historia que propone queda algo edulcorada por la carencia de mala leche (en este sentido destaco el momento en que una chica con infectada va a darse de alta como socia) que el personaje merece, coqueteando en ocasiones con la amenaza de caer en el romance (un romance imposible, eso sí).
Con detalles que pueden recordar también a Breaking bad, Dallas buyer club es un buen reflejo de una época con alternancias de drama y comedia, pero algo floja y previsible para tantas alabanzas como ha recibido.

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