domingo, 19 de enero de 2014

MANDELA: DEL MITO AL HOMBRE (4d10)

Una vez más nos encontramos ante un biopic de un personaje histórico, un hombre mundialmente conocido pero cuyo camino hasta la gloria puede tener detalles que muchos ignoren. 
Después de que, con un acontecimiento deportivo como telón de fondo, Clint Eastwood nos lo presentara tras su puesta en libertad en Invictus, y con varias cintas sobre el premio nobel de la paz en la memoria (ha sido interpretado, aparte de por Morgan Freeman, por Sidney Poitier, Dennis Haysbert o Terrence Howard entre otros), esta cinta de Justin Chadwick (que dirigió Las hermanas Bolena), pretende hacer un recorrido por la trayectoria del recientemente fallecido presidente de Sudáfrica desde que fuera un joven rebelde integrado en el movimiento político CNA en contra del Apartheid hasta su llegada a la presidencia, pasando, claro está, por sus más de veinte años en prisión.
Sin embargo, como me temo nos tiene acostumbrado Hollywood en los últimos años, la película es completamente decepcionante, olvidándose totalmente de cualquier aspiración didáctica y centrándose más en la relación de Nelson Mandela con su esposa Winnie, la cual no compartía las ideas pacíficas de su esposo. Es esta relación lo único que podemos descubrir de la vida de Mandela, pues no hay nada novedoso en esta biografía que, eso sí, cuida muy bien los detalles como el vestuario o las localizaciones. Tanto es así que podríamos decir que hay casi una obsesión por fotocopias escenas reales, como se puede apreciar con las fotografías auténticas que decoran los títulos de crédito finales y que han sido imitadas al detalle durante la película, mientras que detalles “nimios” como el guion han quedado olvidados a un segundo plano.
Así, no se entiende, viendo la película, qué motiva que un hombre que recurre a las armas para combatir la presión del poder blanco termine volviéndose un pacifista casi incluso extremo, así como tampoco se entiende que se convierta en el líder que fue y que la gente lo aclame como a un héroe mientras estuvo en prisión. Parece como si Chadwick tuviese la obligación de mantener a Mandela en pantalla hasta el último segundo de metraje, no pudiendo apartar la cámara de él para explicarnos lo que está sucediendo a su alrededor.
Y a lo que no nos explica la película debemos añadir lo que explica mal, como las razones de su liberación, que Chadwick nos presenta exclusivamente como un acto de buena voluntad del presidente De Klerk, obviando los intercambios de prisioneros, las presiones internacionales y resumiendo toda la reacción mundial en unas pobres imágenes de estudio del famoso concierto de Wembley y poco más.
Por no querer explicar, ni siquiera se molestan en poner los títulos rótulos explicativos al final de la película con lo que el futuro deparó a los personajes protagonistas.
Como si de una crónica rosa se tratase (no tan extrema como Diana, desde luego), solo su segundo matrimonio (el primero, por cierto, se lo podían haber ahorrado, pues no aporta nada a la narración y se olvidan de él a los diez minutos de película) centra el interés de la historia. Afortunadamente, en compensación de la torpeza de director y guionista (y dejando aparte la preciosa canción de U2), los dos protagonistas principales (y únicas caras reconocibles de la película) rayan a un nivel sobresaliente, así como la caracterización física –paso de los años incluido- de Mandela.
Idris Elba (secundario en Pacific Rin, Prometheus y el Heimdall de los dos Thor) y Naomie Harris (la Tia Dalma de Piratas del Caribe y Eve/Moneypenny en los Bonds de Sam Mendes) logran hacernos creer esa relación de amor que la distancia no puede romper pero sí los ideales, pero me parece un pobre consuelo para una película demasiado vaga y ambigua que no de lejos hace honor a la grandeza del personaje al que pretende inmortalizar.
El subtítulo en español es: del mito al hombre. Conocemos al hombre, pero no cómo se convirtió en mito.

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