domingo, 5 de enero de 2014

EN SOLITARIO (7d10)

Frank Devin es un popular regatista y actual campeón de la Vendée Globe, una de las más duras competiciones de vela que consiste en hacer un recorrido por todo el mundo sin ninguna ayuda. Cuando pocos días antes del comienzo de la misma tiene un accidente de moto su amigo y segundo de a bordo  Yann Kermadec, debe ocupar su lugar.
Este es el arranque de En solitario, una película cuya práctica totalidad transcurre en alta mar, ofreciendo hermosos paisajes y espectaculares puestas de sol mientras vemos como el personaje interpretado por François Cluzet lucha contra las inclemencias del tiempo y la dureza de la soledad de su navío con la esperanza de acabar la carrera lo mejor posible. O así debería ser, pues tras un pequeño percance con el timón que le obliga a detenerse en las Canarias para una reparación de emergencia, un polizón se cuela a bordo sin que lo descubra hasta que ya es tarde para librarse de él.
A partir de aquí, en solitario –que a priori parecía una película deportiva y de superación personal- se transforma en un culto a la amistad, en un estudio sobre dos personas aisladas del mundo que pese a sus objetivos diferentes están condenados a entenderse, respetarse e incluso comprenderse. Un argumento que –en un ambiente completamente diferente- ya se abordara en la película francesa intocable, y es que nor casualidad ambas películas comparten productores y protagonistas.
François Cluzet parece sentirse cómodo en este tipo de historias en las que encarna a personajes de carácter duro pero cuyo corazón es fácil ablandar. Por eso, en lo que mejor funciona la película –aparte de en su bonita fotografía- es en el tratamiento de la relación entre este navegante y su joven polizón, un inmigrante africano que desea llegar a Francia sin saber que la embarcación en la que se ha colado se dirige, precisamente, a la otra punta del mundo.
En solitario (engañoso título) podría ser una película redonda si no fuera porque fracasa en su (teóricamente) base argumental principal. Y es que los momentos referentes a la regata son algo flojos, falta un poco de fuerza que transmita al espectador la dureza y el peligro de la prueba y que imponga un ritmo algo más frenético, ya que es la vida del protagonista la que está en juego, mientras que por otro lado, el dilema moral de Yann sobre si lanzar por la borda al pasajero no deseado cerca de cualquier costa para evitar ser descalificado o arriesgarse a cargar con él hasta regresar a Francia está demasiado mitigado, como pillado muy por los pelos. Todo lo que sucede en el barco parece demasiado fácil y cómodo, y eso resta un punto de dramatismo que, a la postre, termina por lastrar la historia humana que es de lo que, a fin de cuentas, trata la historia.

Con todo, En solitario es una bonita reflexión, una película propicia para las fiestas navideñas y que ayuda a mantener una sonrisa en el rostro y una idea de optimismo en la frente. Y eso siempre es de agradecer.

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