lunes, 2 de diciembre de 2013

¡MENUDO FENÓMENO! (5d10)

Hace un par de años el director canadiense Ken Scott presentaba una curiosa película sobre David, un inmaduro cuarentón que descubre, casi a la par de que su novia quede embarazada, que fruto de las excesivas donaciones de esperma que realizó siendo adolescente tiene ahora 533 hijos, 142 de los cuales, empeñados en conocerle (sólo conocen su pseudónimo: Starbucks), se han unido para reclamar judicialmente que la clínica de fertilidad revele la identidad del prolífico donante.
Levemente inspirada en un caso real, Hollywood no podía dejar pasar la oportunidad de versionar la historia, contratando (alarde de originalidad) al mismo Scott como director y guionista que repite casi textualmente sus pasos en esta supuesta comedia para mayor gloria de Vince Vaughn, por una vez alejado de su “hermano” cinematográfico Owen Wilson.
¡Menudo fenómeno! no es una mala película, pero sí una mala comedia. Con tan surrealista planteamiento se podría haber optado por una comedia de gags que le vendría que ni pintada a Ben Stiller o Jim Carrey, o por una reflexión con ingenio en la línea de Woody Allen. O quizá incluso por un drama con tintes judiciales, reusando acudir a la comedia.
Scott, sin embargo, se decanta por un camino intermedio, disfrazando a la película de comedia pero con demasiadas pretensiones dramáticas que dificultan la identificación con el protagonista y hace pensar que, en el momento de escribir el guion el canadiense, simplemente, se olvidó de poner los chistes.
Dejando esto de lado, la historia en sí es sencilla y cargada de ternura, casi recordando a una de esas propuestas navideñas con buenas intenciones y mensaje feliz, pero totalmente falta de chispa. El personaje de Vaughn, pese a funcionar, es completamente previsible, el cuarentón inmaduro que tantas veces le hemos visto interpretar ya, incapaz de organizar su vida o comprometerse sentimentalmente con su novia embarazada (correcta Cobie Smulders), pero que sin embargo saca tiempo para investigar a sus supuestos hijos, conocerlos desde el anonimato y sentir una conexión paterno-filial que le hará plantearse si revelar su secreto o no.
Adornando la función tenemos a la clásica familia inmigrante (en este caso son polacos en lugar de los clásicos italianos), haciendo pensar que la única unión familiar concebible en una película americana debe tener raíces europeas, y las esperanzas de su abogado y amigo Brett (Chris Pratt), donde se pierde otra buena oportunidad de denunciar los intereses económicos y publicitarios por encima de la lógica sentimental más a fondo.

Comedia simple y sosa, en fin, simpática e interesante pero con poca alma.

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