domingo, 17 de noviembre de 2013

SÓLO DIOS PERDONA (5d10)

Antes de empezar a analizar esta película permitídme divagar unos instantes sobre la ética que siguen las distribuidoras a la hora de publicitar sus estrenos. Entiendo y comparto que para ellas lo primero es recaudar el máximo posible, pero ¿a cualquier precio? ¿Incluso atrayendo al cine a gente a la que no le va a interesar nada su película? Digo esto por cómo se ha anunciado Sólo Dios perdona, resaltando a Ryan Gosling en el cartel, alejado de florituras y excesos visuales lumínicos y de color como en el original, y vendiéndola como “la nueva película del director de Drive”, buscando así a todo aquel que disfrutó de aquella magnífica película.
Y sin ser nada de ello falso, lo cierto es que muchos son los que se han sentido engañados con la nueva obra de Nicolas Winding Refn, llegando muchos incluso a abandonar las salas de cine a mitad de la proyección, aunque para ser justos tantos otros son los que la ensalzan como a una obra maestra.
Dicen de Nicolas Winding Refn que es el nuevo David Lynch, y a juzgar por Sólo dios perdona podría parecerse mucho, con lo que ya para empezar no va a conseguir atraerme. Cierto es que se trata del director de Drive, pero nada tiene que ver esta película con aquella, aparte de su protagonista, y no porque el realizador haya decidido dar un cambio de estilo, sino porque era precisamente en Drive donde abandonó alguno de sus tics habituales, volviendo en Sólo dios perdona a sus fobias particulares.
Pero eso no lo avisa el cartel.
Sólo dios perdona es una fábula sobre la venganza, repleta de sexo (sugerido) y violencia (explícita) en una enfermiza ciudad de Shangay, que explica como Billy viola y mata a una adolescente sin motivo alguno y el comisario de policía Chang incita al padre a que se cobre la justicia por su mano para después castigarlo también a él. Cuando la madre de Billy entra en escena (deslumbrante y odiosa Kristin Scott Thomas) obliga a su otro hijo Julian (Ryan Gosling) a que vengue a su hermano, iniciando entonces una reacción en cadena de sangre y vísceras.
Interesante historia que en manos de cualquier director más convencional (y no me refiero ya a taranti8no, sino a cualquiera de sus imitadores) sería un exceso de violencia sin más, pero que Nicolas Winding Refn convierte en un álbum fotográfico de pasillos interminables, luces de neón y planos de Gosling (el actor que hizo de la mirada perdida un arte del cual ya comenzamos a estar cansados), logrando hastiar al espectador con su pasividad, eso sí, hipnótica.
Difícil de definir, es una película a la que puedes odiar o amar, aunque yo he conseguido encontrar el camino intermedio, pues la encuentro tan aburrida rítmicamente como visualmente hermosa. Una de esas películas que todo buen aficionado debería ver, aunque solo sea para poder echar después pestes de ella.

Y odiar un poco más el karaoke.

No hay comentarios:

Publicar un comentario