Retornados
es la nueva película del director Manuel
Carballo, que se dio a conocer con El
último justo y despuntó con La
posesión de Emma Evans, pero es también una nueva apuesta del cine español
por el terror de calidad, ofreciendo un producto diferente y dando una nueva
vuelta de tuerca a un subgénero tan sobrexplotado como el la temática zombie,
que parecía que no tenía nada nuevo que ofrecer.
Pero es además una
película que invita a la refl
exión sobre si es un acierto esta apuesta por el
mercado internacional que lleva a algunas productoras a realizar títulos
notables como éste en inglés con un reparto extranjero y, por lógica
presupuestaria, de medio pelo.
¿No habría sido mejor
apostar por un producto 100% nacional como era REC, con algún nombre llamativo en su reparto en lugar de ofrecer
un estreno que no ha tenido una gran resonancia aquí y que sólo será una más
del montón fuera de nuestras fronteras? Sea como sea, el día de San Valentín,
fecha de estreno en los USA, tendremos la respuesta.
Sobre su argumento, la
versión fácil sería decir que se plantea una nueva epidemia zombie (para los
más doctos diremos que más bien son infectados, primos hermanos de los de 28 días después y su secuela), para los
que se ha descubierto una cura, con la única pega de que los afectados deben
inyectarse una vacuna diaria sin la que se convertirían irremediablemente en
muertos vivientes (bueno, sí, que no son muertos, vale, son infectados). El
problema es que las reservas del medicamento se están agotando.
Dicho esto, pongámonos
serios y reconozcamos la realidad. Esta no es una peli de zombies. Ni de lejos.
De lo que de verdad quiere
hablar Carballo es del miedo a lo desconocido, del instinto de supervivencia
por encima de cualquier código moral y, por encima de todo, del amor. Porque lo
que viven los protagonistas es una auténtica historia de amor en un mundo
temeroso de los retornados, que es como se denomina a los infectados que
dependen de su dosis diaria para no saltar al cuello de sus vecinos. Para el
caso lo mismo podríamos estar hablando de portadores del SIDA, inmigrantes o
-si uno es más dado a los cómics- mutantes. Son seres humanos igual que
nosotros, pero a la vez son diferentes. Y eso siempre da miedo y es motivo de
odio.
Esta es la gran baza de
Retornados, donde hay muy poca sangre pero muchos motivos de reflexión, que
mantiene la emoción desde el primer al último minuto y que, aunque lo intenta,
no nos permite ser optimistas.
El talón de Aquiles hay que
buscarlo en sus actores, rostros televisivos canadienses que, sin hacerlo mal,
no retransmiten lo suficiente como para conseguir una identificación plena.
Única tara en una historia
angustiante y muy bien contada.
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