viernes, 29 de noviembre de 2013

DON JON * (2d10)

Permítanme empezar con un chiste fácil. Si un joven escribe, dirige e interpreta su propia película, ¿no deberíamos estar hablando del primer caso de onanismo cinematográfico?  Y es que por mucho que en los trailers y reportajes se habla del mundo del porno como telón de fondo de esta (en esencia) comedia romántica, lo cierto es que es de onanismo de lo que se está hablando. Y ver durante hora y media a Joseph Gordon-Levitt disfrutando de sí mismo pues, ¿qué quieren que les diga?, no es mi forma preferida de pasar el tiempo.
Con una supongo que merecida aureola de artista que el pupilo del último Batman se ha creado a su alrededor, Don Jon es la historia de un triunfador en la vida que esconde un secreto: disfruta mucho más de la masturbación (porno mediante) que del sexo real. Y eso pese a que sus conquistas habituales son del tipo Scarlett Johansson, que no es que el chaval se conforme con poco. Pero cuando entra en su vida el personaje que interpreta Julianne Moore (en las antípodas, física e ideológicamente de la Johansson), cualquiera que sepa de qué va esto de las comedías románticas podrá averiguar el final.
Y es que, después de todo, de lo que quiere hablar, aparentemente,  Gordon-Levitt es de la importancia del amor para disfrutar del sexo, en contraposición con el egoísmo individual (conceptos que si el protagonista escuchara música de autor como Ricardo Arjona o Pablo Milanés sin duda habría aprendido antes, ahorrando por consiguiente una fortuna en kleenex).
No me malinterpreten. No voy a cargarme esta película por el camino elegido para llegar a un mensaje demasiado trillado en el cine, que ya somos mayorcitos como para escandalizarnos por utilizar ciertos temas antaño tabús y que ofrecen un toque de originalidad con respecto a comedias románticas más convencionales. El problema es, simplemente, que la película es aburrida. El trio protagonista cumple muy bien con las expectativas, pero Gordon-Levitt no está suficientemente maduro como director ni guionista para evitar caer en la repetición de situaciones, ralentizando el desenlace que se adivina ya desde el ecuador de la película y haciéndonos despertar con escasos detalles narrativos (planos rápidos y de gran eficacia sonora) que por otro lado parecen copiados del cine de Edgar Wright.
Encima, Gordon-Levitt pretende hacer una sátira, no ya del mundo de la pornografía y la trivialidad de las relaciones sexuales, sino de la familia, la iglesia y todo lo que se le ponga por delante, y ahí es donde se encuentra su mayor error, pues para hacerlo se ayuda de un personaje que resulta totalmente despreciable.
Jon es mezquino, mujeriego, ególatra, irascible, chulo, prepotente y frívolo, así que su obsesión compulsiva al porno no es ni de lejos su mayor defecto, sino la simple exteriorización de lo solo que se siente por dentro. Una soledad, por otra parte, totalmente merecida y de la que, llegando al final de la película, da hasta rabia que solucione.
Poco o nada me ha llamado la atención en esta película en la que, sin embargo, sí hay mucho que me ha molestado (esa especie de burla hacia la confesión católica, esa familia insoportablemente tediosa), empezando por el hecho de que se haya estrenado con cierto ruido mientras películas buenas de verdad sigan en el cajón de las distribuidoras a las que importa más que haya una rubia famosa en el cartel que la calidad del producto.
No puedo recomendar esta película a nadie, pero si sois de aquellos que se han emocionado al escuchar los conceptos Scarlett Johansson y cine porno en una misma frase, desengañaros. Ella es, posiblemente, el elemento más virginal de la película.

Y ni aun así la salva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario