Aunque uno suele
relacionar la palabra blue con el color azul, Blue Jasmine puede traducirse como Triste Jasmine. Y así es la
nueva película de Woody Allen, triste.
Existe el debate sobre si
Woody Allen ha vuelto o si nunca se había ido, pero lo cierto es que la ración
anual del director neoyorquino recuerda mucho a sus piezas más clásicas,
presentando una notable mejoría con respecto a sus trabajos de los últimos años,
tales como Si la cosa funciona, Vicky Cristina Barcelona, Todo lo demás,
Conocerás al hombre de tus sueños o A Roma con amor, todas ellas
decepcionantes si tenemos en cuenta el historial de Allen. No es cuestión de
resucitar a nadie ni devolverlo a los altares, pues es evidente que no estamos
ante una película a la altura de Manhattan,
Annie Hall o Maridos y mujeres, pero no nos engañemos, ese Allen nunca volverá
lo mismo que nunca volverá el Coppola de El
Padrino o el Spielberg de La lista de
Schindler o los primeros Indiana
Jones, y es que cuando un artista llega a lo más alto deja de competir
contra otros directores, sino contra su propia y alargada sombra. Y esa lucha
suele ser cruel.
Como cruel es esta
película que si bien provoca en no pocas ocasiones la sonrisa lo cierto es que
oculta un mensaje amargo, con uno de los personajes más maltratados por Allen
en toda su filmografía, al que no concede un ápice de compasión.
Alternando presente y
pasado con constantes flashbacks, Blue
Jasmine explica por un lado como Jasmine viaja a San Francisco para rehacer
su vida junto a su hermana adoptiva mientras por otro lado descubriremos cómo
ha pasado de ser una dama de la alta sociedad neoyorquina a estar completamente
arruinada por culpa de los negocios sucios de su marido.
Siempre se ha acusado a
Allen de que a medida que su prestigio (y cuenta corriente) crecía lo hacía
también la condición social de sus protagonistas, estando cómodo hablando de
personajes con alma de bohemios pero residentes en lujosos lofts, habituales de
galerías de arte y expertos en vinos y restaurantes caros. Ahora, sin embargo,
afronta el descenso a los infiernos de Jasmine con un eficiente retrato de la
clase obrera, mucho más terrenal que el ambiente donde se mueve el personaje de
Alec Baldwin. Jasmine hace méritos para ser despreciada por todos los que la
rodean, pero como un cachorro herido termina provocando compasión mientras la
vida la obsequia constantemente de segundas oportunidades que ella sóla se
encarga de dilapidar.
Allen no pretende hablar
de la crisis económica actual (aunque cualquier español que se acerque a la película
tendrá en mente en varios momentos a la infanta Cristina), sino de la crisis
emocional de alguien que lo ha tenido todo sin esfuerzo alguno y no es capaz de
aceptar la perdida y evolucionar. Y no es sólo dinero lo que Jasmine pierde...
No es una película
redonda, pero sí muy correcta, aunque Allen parezca desde hace un tiempo demasiado
cansado para arriesgar con la cámara.
Y luego está Cate
Blanchett.
Enorme, inconmensurable, esta
actriz de origen australiano es sin duda la gran dama del cine actual, hipnótica
ya sea interpretando a una elfa, a una reina o a la mismísima Kathetine Hepburn
y que aquí está sencillamente magistral, con una de las mejores interpretaciones
que recuerdo en mucho tiempo y que responde con generosidad al regalo
envenenado que le entrega Allen haciéndola dueña y señora de la película.
Blue Jasmine
es una película de Woody Allen, pero merece ser recordada como una película de
Cate Blanchett. Ella pone el alma en su interpretación. Y Hollywood se lo
recompensará en los próximos Oscars.
La nominación, como
mínimo, es obligada.
Una vez más estamos ante una muy buena película de Woody Allen y sobretodo una brillante actuación de Cate Blanchett. Al final cada uno optiene lo que se merece...
ResponderEliminarCate Blanchett, una de las mejores actrices de su generación.
ResponderEliminar