jueves, 17 de octubre de 2013

PRISIONEROS (7d10)

Puede que no sea una definición muy académica, pero personalmente considero película de cine todo aquel producto que ha sido estrenado en una sala comercial, es decir, todas las películas que no son consideradas X (y no es este el foro adecuado para recordar la absurda polémica que provocó hace unos años la ministra de cultura con la prohibición del estreno de una de las partes de la saga Saw) o destinadas directamente al circuito televisivo o, incluso, a su visionado directo en la red o en venta en DVD (por desgracia vamos a tener que ir olvidándonos del concepto de películas de videoclub).
Digo esto porque al comenzar el visionado de Prisioneros uno tiene una sensación similar al principio de la recomendable El mensajero, como si de un domingo por la tarde se tratase y estuviésemos acomodados en el sillón de casa viendo que telefilm nos ofrece la cadena de turno. Así que lo primero que se piensa es: ¿qué pinta Hugh Jackman (lo mismo que decíamos en el otro ejemplo con Dwayne Johnson) en un drama de sobremesa?
Y es que el arranque no puede ser más tópico: Dos familias felices son truncadas cuando alguien secuestra a las respectivas niñas y, ante la aparente ineficacia de la policía, el padre de una de ellas decide actuar por su cuenta. Vamos, otra vuelta de tuerca al ya clásico “padre coraje”.
Hay, sin embargo, algunos detalles que nos indican que no estamos ante un telefilm al uso. Para empezar, el reparto, encabezado por un magnífico Hugh Jackman que cada dos por tres nos recuerda que hay vida más allá de Lobezno (aunque todos sabemos, él incluido, que nunca se librará del estigma del mutante) y acompañado por unos más que correctos Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo y Paul Dano, todos nombres reconocibles que brillan con luz propia y conforman el primer punto de interés del film.
El segundo punto en que debemos fijar nuestra atención es en el director, Denis Villeneuve, que ya fue nominado al Oscar por Incendius y que en breve volverá a remover nuestras consciencias con Enemy, de nuevo con Gyllenhaal en el reparto.
Pero el plato fuerte de la película es, no ya su historia (el lema es directo: ¿hasta dónde llegaría un padre por salvar a su hija?) sino el desarrollo de la misma. Partiendo como un thriller clásico y hasta cierto punto tópico la trama va introduciéndose en un terreno pantanoso y enfermizo plagada de decisiones difíciles aunque comprensibles y de escenas incómodas de ver, con giros de guion constantes (algunos más previsibles que otros) aunque siempre inteligentes pero que no lastran el resultado final, como sucede con otras películas de estas características, pues al final descubrimos que, por encima de saber dónde o cómo están las niñas, esta es una película de personajes, de enfrentamientos entre carácteres, de desesperación y de sacrificio.
Con una estética visual brillante, la película nos sumerge en una angustiante carrera contrarreloj en la que su principal virtud es la facilidad con la que el espectador consigue identificarse no ya con el protagonista sino con cualquiera de los personajes principales, ya sea un torturador, un supuesto asesino de niñas o un  padre atormentado con serios problemas de conciencia.
Así que no, definitivamente, no es un telefilm. Es la demostración de que una historia desgraciadamente demasiado cotidiana puede resultar en una gran película. Y tan dura que por momentos ni siquiera parece americana. Aunque lo es.

De ahí su final.

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