domingo, 27 de octubre de 2013

GRAND PIANO (4d10)

Si nos dicen que estamos ante una película española con reparto internacional y filmada en inglés, que es un thriller angustiante y relativamente claustrofóbico y que cuenta en su ficha técnica con Rodrigo Cortés, es difícil no pensar en la magnífica Buried. Sin embargo, con Cortés (aquí solo productor) cediendo la silla de director a Eugenio Mira (cuyo debut en Agnosia ya fue más bien flojito), la película que protagoniza Elijah Wood pierde en todas las comparaciones, resultando tristemente decepcionante.
A priori, el argumento es seductor: un pianista retirado desde hace cinco años por culpa del miedo al fracaso (falló estrepitosamente en su último concierto) vuelve a los escenarios ante una sala abarrotada y todos los focos centrados en él. Pero apenas comienza a tocar alguien lo amenaza a él y a su esposa, asegurando que los matará sin contemplaciones en caso de que falle una sola nota de la pieza más difícil de todo el repertorio (evidentemente, la misma con la que erró hace cinco años).
Una historia interesante no solo por su propio argumento como por el desafío de saber cómo puede trasladarse con eficacia a la gran pantalla (esa era precisamente la premisa más interesante de la mencionada Buried). Y la respuesta es sencilla, no se puede. Quizá habría funcionado como un episodio televisivo en aquellas añoradas series de intriga del estilo Alfred Hitchcock presenta…, pero la cosa no da para un largometraje entero, por mucho que dure apenas 88 minutos, incluyendo unos largos títulos de crédito, y que haya muchos momentos en que el guion es sustituido por Wood tocando el piano sin más (una delicia para los amantes de la música sinfónica, pero aquí de lo que se trata es de cine), por mucho que Mira quiera disfrazarse de artista con espectaculares movimientos de cámara que si bien convencen al principio terminan abusando tanto del traveling que se convierten en algo pedantes.
Dos son los lastres principales de la película. Por un lado, despojada ya de la paja que conforma su premisa argumental, la historia es una soberana tontería. Y sin duda tanto Mira como el guionista, Damien Chazelle (un tipo que tan solo puede ¿presumir? de haber escrito la historia en la que se basa El último exorcismo 2) son conscientes de ello, pues para evitar que se descubran los cientos de agujeros de la trama y adivinemos de antemano los escasos giros de guion optan por no contar apenas nada de lo que sucede. No es que sea necesario para entender la historia (en la vida real también pasan cosas sin que nos den un motivo o una explicación), pero en lugar de ser un convite a la reflexión muestra más bien la falta de ideas de los creadores que debían pensar que mantener a Wood atado a un escenario (lo cual tampoco es totalmente cierto) durante todo el metraje sería suficiente para justificar la existencia de esta película.
El segundo problema radica en su escasa verosimilitud. No soy un amante de la música clásica y, por descontado, no tengo ni idea de tocar el piano, por lo que no voy a poner en duda lo que se ve en pantalla. Pero no me lo creo. Y como doy por descontado que la gran mayoría del público objetivo tampoco son consumados pianistas, tampoco ellos se creerán que sea posible tocar el piano en el estado de ansiedad del protagonista mientras mantiene una conversación con el villano, escribe mensajes de móvil y pasea la mirada por los palcos tratando de distinguir la amenaza. Quizá sí que sea posible y haya un buen trabajo de documentación, pero en tal caso aconsejo a Mira y Chazelle (y a Cortés, de paso, que ha permitido que su nombre sea usado como reclamo publicitario, por lo que merece ser salpicado por la culpa) que se lean el magnífico libro de William Goldman Las aventuras de un guionista en Hollywood. Quizá así aprendan la diferencia entre realidad y verosimilitud.
En cuanto al reparto Elijah Wood es en gran protagonista de la función (junto al piano, por supuesto), en un nuevo intento (que me recuerda al caso de Daniel Radcliffe y Harry Potter) de refugiarse en el terror más intimista para librarse de la alargada sombra de Frodo Bolson, y cumpliendo sin problemas con las dificultades de su personaje. A su alrededor destacan unos correctos Alex Winter (desaparecido tras compartir protagonismo con Keanu Reeves en Las alucinantes aventuras de Bill y Ted y El viaje alucinante de Bill y Ted, hace ya muuuuchos años), Don McManus y Kerry Bishé, aparte de una breve presencia de Dee Wallace (actriz a la que recordaremos por E.T., Critters, Aullidos o Cujo -¡ah, aquellos añorados 80’!-). Y por cierto, un aviso a los que quizá vayan al cine atraídos por la participación de John Cusack en este film: vayan a verla en versión original. Es la mejor manera que tendrán de disfrutar de este actor, ya que su presencia física es tan breve como estúpida.

En fin, una película decepcionante, aburrida y fallida que proponía un desafío y termina sin ideas. Espero que Cortés se dedique mejor a producir que a dirigir, que Mira se lo plantee mucho antes de volver a dirigir y que Wood tenga más suerte en su próxima aventura española, Open Windows, de Nacho Vigalondo.

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