lunes, 23 de septiembre de 2013

R.I.P.D. (3d10)

Se podría decir que Ryan Reynolds es un actor empeñado en tener su propia franquicia comiquera, aunque desde aquí ya le adelanto que mejor le irían las cosas si simplemente se empeñara en ser actor, pues hasta el momento no lo ha conseguido demasiado. 
Primero participó en la tercera (y última ¿casualidades de la vida?) entrega de Blade (Blade Trinity), después puso cara a ese desastre de DC llamado Green Lantern (dicen que todavía se escuchan las carcajadas de los jefazos de Marvel) y ahora le toca el turno a esta puesta adaptación de la obra de Peter M. Lenkov para Dark House (por lo menos tiene la decencia de ir cambiando de editoriales, así puede repartirse el odio de todos los fans sin excepción). Por cierto, su paso por X-men orígenes: Lobezno simplemente lo obvio; he borrado su paso por esa película de mi cabeza. Quizá Reynolds debería plantearse cambiar de agente, o tal vez incluso de profesión, ya que solo ha triunfado en dos papeles en toda su vida: enterrado vivo en un ataúd y casándose con Scarlett Johansson. Y ninguna de las dos experiencias tuvo final feliz.
Pero que R.I.P.D. sea una soberana tontería no es solo culpa de este pobre canadiense, así que vamos a repartir culpas:
Por un lado tenemos a los guionistas, Phil Hay y Matt Manfredi, que componen una historia que poco tiene que ver con el comic original (bastante inclasificable también, por cierto), copiando descaradamente los esquemas de Hombres de Negro (con unos toques de Ghost y un puntito de Cazafantasmas) para formar un batiburrillo que pretende ser una comedia de acción pero que ni divierte ni emociona.
Continuamos con el director, Robert Schwentke, que ya tiene experiencia en esto de adaptar comics (y RED le salió francamente bien) y que aquí se encuentra totalmente perdido, imitándose (y encima mal) a sí mismo cuando hasta ahora había demostrado ser un buen artesano en todos los campos (suyas son las películas de intriga Plan de vuelo: desaparecida y el drama romántico Más allá del tiempo). No lo voy a responsabilizar de que los chistes no tengan gracia y que la química entre actores brille por su ausencia, pero sí de no saber manejar el tempo de la acción (hay muchos momentos de aburrimiento en los que no pasa nada y cuando hay acción es tan repetitiva y atropellada que poco le importa al espectador lo que está pasando en pantalla) y parece contagiado de esa máxima tan de moda últimamente que dice que cuando las cosas se te vayan de las manos y no tengas ni idea de qué camino tomar, limítate a destruir edificios y hacer explotar coches. Mal, señor Schwentke, muy mal.
Y finalmente, los actores. Ya he hablado de Reynolds, que en ningún momento sabe transmitir el drama, el dolor y el odio que debe mover a su personaje, poniendo la misma cara de pasmo en toda la película. Kevin Bacon se limita a repetir clichés, demostrando que no le importa interpretar mil veces el mismo personaje con tal de cobrar su cheque a tiempo. Mary-Louise Parker está, sencillamente, horrenda, continuamente haciendo muecas con las que trata de paliar su inexpresividad. Y Jeff Bridges, simplemente, pasa por ahí. No voy a decir que lo haga mal porque es un actor tan grande que es imposible que haga algo mal, pero tampoco parece demasiado interesado en aportar algo. Recita sus diálogos con el piloto automático y a otra cosa, mariposa.
La historia va sobre un poli enamorado de su mujer que es asesinado por su mejor amigo, el cual posteriormente se acercará a la esposa ofreciendo consuelo mientras el poli muerto trata de hablar con ella mediante un cuerpo diferente (y no, ella no es Demi Moore). El caso es que en lugar de enfrentarse al (creía yo) inevitable juicio final le ofrecen trabajar en el Departamento de Policía Mortal, que por lo visto en el cielo van cortos de polis muertos, y él no se lo piensa mucho para aceptar. El compañero, claro está, será un veterano cascarrabias (todo un vaquero) con el que se llevará fatal, tratando de convertirse en una especie de peli de colegas sin demasiada gracia y repitiendo el modo de presentarnos a la división policial que ya hiciera Sonnenfeld en la mencionada Hombres de Negro, donde Jay (Will Smith) era el novato y Kay (Tommy Lee Jones) el veterano cascarrabias.
La cosa va de perseguir a muertos que se han quedado escondidos en la tierra haciéndose pasar por vivos, pero en lugar de jugar estas cartas (o de dedicarse a perseguir zombies, es bien sabido que a todo el mundo le gustan los zombies, ¿no?) se sacan de la manga un rollo apocalíptico en plan Fin del Mundo con portales que se abren hacia el cielo y no sé qué sandeces más. Una tontería sin mucha base con la que parecen querer decir: “sí, hemos estado copiando todo el rato a Hombres de Negro, pero ahora vamos a destruir el mundo, así que nosotros molamos más”
Y ahora que lo pienso, la verdad es que no sé por qué me estoy extendiendo tanto en esta crítica, cuando podría haberla liquidado en una sola línea diciendo: “por favor, aléjense de ella”.

Ya saben. Más claro, agua.

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