domingo, 22 de septiembre de 2013

JOBS (4d10)

Quizá demasiado reciente en el recuerdo la brillante exposición que David Fincher y Aaron Sorkin hicieron sobre Mark Zuckerberg y la creación de Facebook, uno esperaría que la aproximación a la figura de Steve Jobs, cofundador de Apple siguiese los mismos derroteros, pero por desgracia no es así, quedando a años luz de distancia de La red social, en la cual podía uno simpatizar más o menos con el personaje que interpretaba Jesse Eisenberg, pero al menos se salía del cine conociendo al personaje y sus motivaciones.
No es así con Jobs, ya que para empezar no se sabe si admirar o despreciar a ese tipo larguirucho y desgarbado demasiado pagado de sí mismo que logra hacerse millonario sin saberse muy bien cómo. Y es que dejando de lado los conocimientos que uno pueda tener sobre el mundo de Apple (o lo que nos pueda interesar), no queda bien definida en la cinta la aportación de Jobs en la industria, quedando (a manos de un profano como yo) la sensación de que se trata de un simple charlatán que se aprovecha del éxito de otros, inicialmente de su amigo y socio Steve Wozniak (Josh Gad).
El primer problema de la película está en la elección del director, Joshua Michael Stern,  un desconocido con apenas un par de títulos en su currículo, con lo que se indica por dónde van los derroteros en cuanto a ambición cinematográfica se refiere, y al que le tiembla la mano a la hora de confeccionar una biografía totalmente carente de épica.
Continuamos con el guion. No voy a insistir en comparaciones con la magnífica película de Fincher (tampoco sería justo), pero cualquier biopic que se precie debe conseguir transmitirnos algo del personaje a tratar, y la narración no lo consigue en ningún momento. Es decisión del guionista decidir si quiere dar un esbozo de toda una trayectoria (se me ocurren los ejemplos de Chaplin o Ed Wood), centrarse en una época determinada (como con Jerry Lee Lewis en Gran bola de fuego) o incluso minimizar la cosa y centrarse en apenas unos días (Mi semana con Marilyn). También conviene saber de qué se quiere hablar, si de su trayectoria profesional, su vida personal o de todo en general, dando importancia al hombre por encima del personaje. Esto son cosas que se deben decidir en reuniones previas al comienzo del rodaje, de manera que todos los miembros importantes del equipo (guionista, director y productor) sepan que están en la misma onda. Obviamente, en el caso de Jobs esas reuniones no existieron, pues o bien estamos ante una película recortada que debería durar cuatro horas más o hay tantas lagunas en la historia que solo la tremenda incompetencia de sus autores puede justificarlas. Y ¡ojo! no estoy haciendo prevalecer mis deseos. No debe ser el espectador quien decida si le apetece más saber detalles truculentos de la vida privada de Jobs o prefiere una película de enredos empresariales. Pero lo que es inaceptable es que se entretengan en explicarnos detalles íntimos como la relación de Steve con una novia a la que deja embarazada para renegar luego de su hija para luego no volver a saber de ella, se nos plantee una semilla de drama con la (mala) relación entre Steve Jobs y su amigo Daniel Kottke (Lukas Haas) para que luego este personaje desaparezca por arte de magia, o que de repente nos encontremos sin saber cómo con un Jobs casado y con hijos. Por no mencionar que se ignora por completo cualquier detalle sobre su enfermedad. Por otro lado, el recorrido de Jobs como dueño de Apple se centra más en su mala relación con el presidente de la junta de accionistas Arthur Rock que en sus logros tecnológicos.
La película comienza con una imagen de Jobs ya mayor en la presentación del iPod, pero esa secuencia solo parece servir para presumir de los buenos maquilladores que hay en la película y en como consiguen que Ashton Kutcher se parezca a Steven Jobs, al cual si hubiésemos visto directamente joven no habríamos podido identificar, ya que tampoco avanza la historia hasta la creación del susodicho iPod, así como no hay referencia alguna (ni siguiera en forma de títulos de crédito finales explicativos) de la creación del iPhone, de iTunes o de la productora de cine Pixar.
Dejando aparte las evidentes limitaciones interpretativas de Kutcher, que tal y como Daniel Day Lewis hacía en Lincoln se reduce a pasear encorvado y con andares de gallina clueca por toda la película, Stern –que apenas consigue un film digno para la televisión- parece creer que un buen reparto lo soluciona todo, y así vemos deambular por aquí a Dermot Mulroney,  Matthew Modine, J.K.Simmons, Leslie Ann Warren y un visto y no visto James Woods. Además, la decisión de contratar como protagonista a Kutcher pesa mucho y está claro que el papel le viene grande a un actor que ya hace tiempo que parecía haber renunciado a triunfar en cine (por cierto, una curiosidad: para demostrar la supuesta madurez del personaje se usa la metáfora de ver al protagonista cortándose algo el cabello y quitándose la barba, justo lo mismo que hacía Kutcher con su personaje en Dos hombres y medio).
Quizá el verdadero problema estribe en lo reciente de la muerte de Jobs, un personaje demasiado cercano como para no tener a todos sus herederos revoloteando alrededor de la película, obligando a dar una imagen del informático demasiado amable, pues si bien se dan algunos retazos de su carácter ególatra y dictatorial, el resumen lo deja como un idealista, un creador de sueños, ignorando las muchas denuncias que tenía por explotación y sus malos modos empresariales.

Me duele dar una  nota tan baja a una película que tampoco es tan horrible, poro asistir a un biopic que te deja con más preguntas que antes de verla no puede merecer un aprobado. Esperemos que la aproximación a Wikileaks que se está ultimando en Hollywood cumpla con las expectativas. Jobs no lo ha hecho.

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