domingo, 21 de abril de 2013

TIERRA PROMETIDA (7d10)


Gus Van Sant es uno de esos directores que cuando filman una película dejan su sello marcado. Sin tener una virtuosidad especial con la cámara ni juegos de luz dignos de ser estudiados en las academias de cine,  si tiene un estilo personal, un punto de autor, que hacen de sus películas algo especial. Títulos como El indomable Will Hunting, Descubriendo a Forrester o Mi nombre es Harvey Milk así lo demuestran y Tierra prometida no es ninguna excepción.

Con Matt Damon volviendo a escribir un guion (recordemos su Oscar junto a Ben Affleck por la mencionada El indomable Will Hunting), esta vez junto a John Krasinski, la película cuenta la sencilla historia de dos comerciales de una compañía de gas que acuden a un pueblo llamado McKinley con la intención de conseguir permiso para perforar en sus tierras a cambio de una generosa compensación. Un trabajo que Steve Butlet (Matt Damon), un joven natural de un pueblecito muy parecido a McKinley, pensaba que iba a ser pan comido, pero que se complicará con la entrada en escena de un activista ecológico. Una historia sencilla y rural que invita a meditar sobre el poder de las multinacionales, aunque lo verdaderamente importante es el viaje interior que realiza Steve y que le hará replantearse todo en lo que creía.
Quizá de entrada la historia no desborde originalidad (hay un giro de guion hacia el final que se ve venir de lejos), pero está narrada con una sencillez tal que se convierte en entrañable,  invitándonos a sentirnos como un habitante más de McKinley y participar en el debate. Un debate,  por cierto, en el que el espectador puede tomar partido libremente pues (al menos a priori) ni la empresa es una estafadora a quien se deba odiar ni los habitantes del pueblo son unos avariciosos catetos a los que despreciar. Steve y su compañera Sue Thomason (Frances McDormand), exponen su oferta con sinceridad y tanto los argumentos a favor como los que son en contra son válidos y justificados.
En el tema interpretativo Damon cumple con creces, en el papel de un tipo corriente, simpático y agradable, con el que resulta fácil identificarse y mucho más creíble, a mi parecer,  que cuando hace de tipo duro a lo Jason Bourne. Secundándolo Frances McDormand está excelente como siempre y hacen acto de presencia rostros conocidos como Hal Holbrook, Titus Welliver o Rosemarie DeWitt, mientras que el coguionista John Krasinki se reserva el personaje del activista.
Película agradable y deliciosa que permite alejarse de la gran ciudad y enamorarse de la sencillez del campo y de sus gentes y quizá,  ¿por qué no?, ilusionados con comprar nuestra propia parcela en la tierra prometida.

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