miércoles, 5 de junio de 2013

LA CAZA (7d10)

Lucas es un buen hombre pasando una mala racha. Vive solo, su exmujer apenas le deja ver a su hijo y ha cerrado la escuela donde trabajaba como profesor. Pero las cosas nunca son tan malas como parecen. Encuentra empleo como cuidador en un colegio donde los niños lo adoran, tiene extraordinarios amigos en el pueblo, su hijo se rebela para poder venirse a vivir con él y conoce a una chica con la que podría volver a sentir el amor. Su vida parece enderezar el rumbo hasta el fatídico día en que Klara, la hija de de su mejor amigo,  confundida por la mezcla de amor y admiración que siente hacia él y que su edad no le permite comprender la llevan a decir una pequeña e inocente mentirijilla que la directora de la escuela interpreta como un caso de abuso sexual por parte de Lucas. Se inicia entonces una verdadera caza de brujas contra Lucas que amenazará con arruinarle la vida de sin posibilidad de vuelta atrás.
Esta es la historia de La Caza, una producción danesa de Thomas Vinterberg interpretada por Mads Mikkelsen con una sobriedad excelsa. Con semejante temática habría sido fácil que director o actor se dejaran llevar en busca del sentimentalismo fácil,  pero la frialdad de la película nos permite observar la historia desde lejos, sin dejarnos manipular por sus realizadores, que optan por mostrarnos los hechos y que el público decida entre arropar a un hombre inocente o justificar los actos de aquellos que piensan que están protegiendo a sus niños. Por ello La caza es una película dura, pues si resulta fácil denunciar un tema tan despreciable como la pedofilia aquí se muestra el otro lado, el del acusado al que ante la supuesta gravedad de los hechos se le niega la presunción de inocencia y sus más íntimos amigos pasan a convertirse es justicieros depredadores dispuestos a darle caza.
Aunque la metáfora de la caza sea quizás un recurso demasiado evidente lo cierto es que la película está narrada con un buen ritmo, sin perderse en senderos secundarios que aborda pero sin llegar a distraer de lo verdaderamente importante (la relación de Lucas con una profesora, la aparición de su hijo...) manteniendo una tensión contenida durante todo el metraje que impide que la película aburra pese a la ausencia de acción (la escena en el supermercado es de las pocas excepciones) gracias en parte a la gran labor del actor protagonista (habituado a personajes oscuros y malvados, como el Le Chiffre de Quantum of Solance, el Rochefort de Los Tres Mosqueteros o el doctor Lecter de la serie Hannibal), que sabe reflejar en su rostro los diversos estados emocionales por los que pasa su personaje: asombro, preocupación, indignación,  temor, odio... aunque el verdadero descubrimiento del film es Annika Wedderkopp, que interpreta a Klara en su primer papel en cine y que transmite una mezcla de vulnerabilidad e inocencia que hace imposible odiarla (tanto al espectador como al propio Lucas) pese a ser la detonante involuntaria del descenso a los infiernos del pobre profesor.

Interesante reflexión sobre la condición humana y su facilidad para juzgar sin reconocer las consecuencias.

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