lunes, 27 de mayo de 2013

FAST & FURIOUS 6 (7d10)

Resulta curioso comentar esta película poco después de mi crítica a Scary Movie 5, ya que a priori guarda ciertas similitudes. Ambas corresponden a un número relativamente elevado dentro de una saga, cuenta con realizados últimamente dedicados casi en exclusividad a dichas sagas (Justin Lin lo único destacable fuera de Fast & Furius son un par de episodios de Community), sus guiones carecen de sentido y sus intérpretes son entre medianos y malos, y eso siendo generosos. Así pues, ¿cuál es la diferencia entre ambas obras? El despiporre. Furious 6 (este es el título que aparece en Pantalla; a estas alturas ya no estoy muy seguro de su título en España) es una montaña rusa constante, un espectáculo de acción y adrenalina que no deja en ningún momento espacio para el aburrimiento y ofrece precisamente lo que promete: acción,  persecuciones espectaculares, tiroteos, peleas y toques de humor. Perdónenme ustedes por ser tan poco académico,  pero por más vueltas que le he dado no encuentro una definición mejor que la del despiporre, desde la primera  la última escena e incluyendo la hoy en día inevitable escena postcréditos.
Si el otro día decía que me habría conformado con que los de Scary me hubiesen hecho reír alguna vez, en el caso que hoy nos ocupa la diversión es total. Se me ocurre ahora pensar en otra saga a la que también podíamos comparar: Jungla de Cristal, esa obra maestra del cine de acción mas ochentero que mantuvo el ritmo con dignidad hasta su tercera entrega y evolucionaba hasta el despiporre más delirante en La Jungla 4.0 hasta ofrecer un final triste y bochornoso (al menos por ahora) con la quinta entrega,  cuya critica tenéis por aquí. Pues bien, esta F&F6 recuerda en espíritu a esa Jungla 4.0, donde no importaba que John McCaine persiguiera un camión desde un Harrier mientras lo hiciera con estilo. Igualmente la alegre pandilla de Toretto se enfrenta a desafíos imposibles tanto de ver como de creer, como impedir que un avión militar de carga pueda despegar por el peso de unos simples coches en una pista aparentemente infinita, ser perseguidos a gran velocidad por una autopista por un tanque (con el Teide de fondo, por cierto), organizar carreras ilegales en medio de Londres (la ciudad con más cámaras de video según dicen en un momento de la película) con podiums para gogos, DJ's y coches estruendosos sin que nadie se entere, y eso por no mencionar la excesiva comprensión ante determinadas situaciones por las féminas de la película. Situaciones inverosímiles ante las que solo nos queda exclamar: ¿y qué más da? Y es que mientras disfrutamos de las más de dos horas de película lo único que podemos pensar es: quiero más. Y tened por seguro que nos lo dan.

Confieso que me acerqué a este film con cierto temor y sin haber visto las anteriores películas, por lo que no sabía si iba a poder identificarme con los personajes. Con reconocida simpleza pensaba que la cosa iba simplemente de carreras de coches y tópicos machistas, pero ya los títulos de crédito, con escenas de toda la saga, me advirtieron de que me había perdido cosas importantes,  aunque ello no era impedimento para disfrutar esta sexta entrega sin dificultad.
La excusa argumental es simple: unos terroristas están robando armas nucleares utilizando coches de gran cilindrada y el agente Hobbs pide ayuda al fugitivo Toretto con la excusa de que una ex del piloto, Letty, a la que daban por muerta, está metida en el ajo. Toretto junta a toda la panda y el espectador ya sabe que... ¡se va a liar parda!.
Una posible pega podría ser la calidad de sus actores, con un Vin Diesel inquietantemente hinchado que roza el ridículo en los momentos más dramáticos,  Wayne "the Rock" Johnson y Michelle Rodríguez haciendo de sí mismos, copiando gestos y tics que podrían pertenecer a cualquiera de sus papeles anteriores, Gina Carano que, como ya demostró en Indomable, es mejor que no pare nunca de dar leches, que es lo suyo, y unos cuantos actores de reparto que simplemente cumplen y no molestan. Y, junto a ellos, Paul Walker y Luke Evans que demuestran que son los únicos actores de verdad en la función. Y como maestro de ceremonias Justin Lin que si bien no emociona tanto  como pretende si consigue imponer un buen ritmo y dotar de gran espectacularidad a las escenas de persecuciones, precisamente lo que le echaba en falta a La Jungla: un buen día para morir.

En resumen,  acción, diversión y toques de tragedia que culminan en una escena final que avanza lo que veremos en la séptima entrega y quién se va a sumar a la fiesta. Y, creedme, volverá a ser un despiporre.

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