domingo, 27 de enero de 2013

EL VUELO (5d10)

Nos encontramos ante el regreso de Robert Zemeckis a la dirección con personajes reales tras su periplo por el mundo de la animación, y eso por síi solo ya debía ser motivo de celebración,  aunque personalmente, ante el debate sobre si se le da mejor la acción real que la digital, opino que en lo que es bueno de verdad Zemeckis es realizando entretenimiento, pues dejando de banda Forrest Gump (para mí muy sobrevalorada) Náufrago se reveló como un peñazo interminable,  Contact fue acusada de panfleto sectario y Lo que la verdad esconde fue sencillamente intrascendente, demostrando que al Zemeckis que queremos y añoramos es al de Tras el Corazón Verde, ¿Quién engañó a Roger Rabitt? y, sobretodo, la mítica trilogía de Regreso al Futuro (a mi incluso me gustó la incomprendida La muerte os sienta tan bien).
En este caso nos encontramos con un drama protagonizado por el siempre eficiente (pero poco más) Denzel Washington, que da vida a un piloto que o bien no está correctamenre definido como personaje o el guion patina a la hora de explicarnos su historia.
La película empieza con Whip Whitaket (Washington) en la cama hablando por teléfono, mientras su última amante, Katerina Marquez (Nadine Velazquez) se pasea desnuda por delante de la cámara. Podría ser una magnífica presentación, ya que en apenas unos minutos podemos darnos cuenta de los tres valores que mueven la vida de Whitaker (divorciado y con un hijo): el sexo, el alcohol y las drogas. Sin embargo, la crudeza natural con la que se desarrolla la escena hace que ya de entrada no podamos simpatizar con el piloto, y mucho menos con la chica, de la que podemos presuponer que es una vulgar ramera sin más importancia que ayudar a definir el personaje de Washington.  Luego veremos que no es así.
La acción en si comienza cuando durante el vuelo del 227 de Southjet (recordemos que el protagonista ha estado toda la noche copulando y ocupa el sillón de piloto medio borracho) hay un fallo mecánico y el avión está a punto de estrellarse y solo una maniobra imposible de Whitaker salva la situación, finalizando la cosa con tan solo seis fallecidos, entre los que se encuentran la azafata Katerina (si, esa misma). Naturalmente,  Whitaker es considerado un héroe hasta que los análisis médicos revelan tanto la cocaína como el alcohol de su sangre, vagando a partir de ahí la película por dos rumbos paralelos, la historia del falso héroe que recuerda a títulos como Héroe por accidente o la reciente serie de Homeland y el camino de autodestrucción personal de Whitaker, con sus intentos de desintoxicación y continuas caídas al Infierno, al estilo del Nicolas Cage de Living las Vegas. La apuesta no es mala, y la brillante dirección de Zemeckis -que no ha perdido su toque, como demuestra la espectacular secuencia del aterrizaje forzoso- permiten que se siga con entusiasmo,  algo cansina en su parte más melodramática pero de creciente interés en la parte correspondiente al proceso de culpabilidad, tanto cuando es juzgado por los medios de comunicación como en los tribunales. Quiero destacar aquí dos presencias fundamentales: Don Cheadle como el abogado y casi niñera de Whitaker y John Goodman como su camello (impresionante la interpretación de este recuperado actor que últimamente está hasta en la sopa).
Hasta aquí todo correcto. El problema viene cuando hay que decidirse por un final entre tres posibles y Zemeckis (dicen en los burladeros de Hollywood que por imposición de Washington) se decanta por el peor. Y atención porque lo que viene ahora es un SPOILER como un piano pero necesario para entender por qué falla la película. Una opción sería el drama puro y duro con moraleja incluida, es decir, que lo declaran culpable y acaba pudriéndose en la cárcel o incluso suicidándose, fiel reflejo de lo que se merece por el estilo de vida que ha elegido. La segunda opción es más cínica y pasa por engañar a todo el mundo y terminar siendo el héroe impoluto. Quizá la última escena podría ser riéndose de los periodistas desde su casa, con una nueva amiga, y metiéndose una raya de coca. Totalmente opuestas, ambas me valen. La pena es que han tirado por el camino de en medio, por un final feliz en una historia de degradación personal. En este final consigue engañar al jurado y está a punto de salir airoso cuando comprende que eludir su responsabilidad pasa por inculpar a su fallecida novia Katerina (¿comprenden ahora mi comentario inicial y la necesaria pero ausente empatía con la muchacha?), y en un acto de decencia que no ha demostrado tener en todo el film termina confesando y entrando en prisión donde participa en un programa de desintoxicación y recupera el cariño de su hijo.

Es decir, un acto de redención ridículo que hunde en la miseria lo que estaba siendo una interesante película. 

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