domingo, 27 de enero de 2013

EL LADO BUENO DE LAS COSAS (8d10)

Perdonadme que no sea nada original en esta crítica de hoy, pero escuché un comentario en un programa de radio que me pareció tan acertado que he decidido copiarlo. El lado bueno de las cosas es una peli romántica ideal para aquellos a los que no les gusten las pelis románticas.
Pat es un joven conflictivo a causa de su tendencia a la ira, problema a causa del cual ha tenido que estar un tiempo internado. Cuando trata de rehacer su vida conoce a Tiffany, extrovertida, divertida y… ninfómana. Con semejantes características, estos personajes estarán obligados a entenderse. Y, como todo el mundo sabe, una cosa lleva a la otra. En esta ocasión, el baile -Tiffany está empeñada en ganar un concurso de baile y para ello debe enseñar a Pat a bailar- será el punto de partida que los unirá, obligándoles a mantener una disciplina y aprender a confiar el uno en el otro, dejando atrás sus problemas pasados (ella es viuda, él divorciado incapaz de resignarse a que su ex ya no esté en su vida). Para redondear el círculo el padre de Pat, Pat senior, tiene un claro problema con el juego y el mejor amigo de Pat, Danny, no hace más que escaparse del internado psiquiátrico fingiendo que ha sido dado de alta.
Este es el punto de partida de una comedia divertida pero inteligente, alejada de los cánones escatológicos que tanto se llevan ahora en el humor americano pero sin caer tampoco en los edulcorados tópicos propios de una cinta romántica. El lado bueno de las cosas, pese a lo rocambolesco de su argumento (si lo analizamos bien, nadie está sano en esa familia), trata con respeto a sus personajes y les otorga unos buenos diálogos, algo que habitualmente se echa en falta en este tipo de producciones. Además, sabe medir muy bien sus tiempos, teniendo un concurso de baile como trama pero sin que sea una película de baile, con humor pero sin caer en lo absurdo y con sentimiento pero sin ñoñería.
Si bien el trabajo del director David O. Rusell es impecable (ya demostró sus cualidades en su anterior película, El luchador), quienes realmente merecen todo el reconocimiento sin la pareja protagonista. De Jennifer Lawrence ya nada debería sorprendernos, pues ya demostró su talento en Winter’s bone y su capacidad para papeles más comerciales en las exitosas X-men, primera generación y Los juegos del hambre (ambas preparando sus respectivas secuelas), y no sería de extrañar que acabase llevándose el Oscar por esta interpretación (a sus veintitrés años es ya su segunda nominación), aunque quien quizá sorprenda más es Bradley Cooper, el cual ya demostró su vis cómica en la saga de Resacón en Las Vegas pero que últimamente, pese a tratar de adentrarse en diferentes registros, parecía repetir el esquema de galán majete y simpático, demostrando en esta ocasión que hay algo más tras sus ojos azules y que merece ser muy tenido en cuenta.
Tampoco es que el resto del reparto ande cojo, con Robert De Niro recordándonos lo buen actor que era antes de perderse en el camino de las comedias bobas (en breve volverá a las andadas con La Gran Boda) y un irreconocible Chris Tucker.

Totalmente recomendable, El lado bueno de las cosas es mi gran esperanza de este año de cara a los Oscars, junto al Argo de Ben Affleck, ante truños sobrevalorados como Lincoln o La noche más oscura.

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